viernes, 5 de febrero de 2010

Meditación del 5 de Febrero

"Y dijo Israel a José: no pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (Génesis 48:11).

Jacob ahora está ciego, y no puede ver ni siquiera sus propios hijos, aún así su corazón está lleno de gozo y su boca de alabanzas para con Dios. El saboreó la ternura del Señor en el abrazo que dio a sus dos nietos: "Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v11). Atribuye toda su felicidad al favor divino.

Un abuelo cualquiera puede gozarse con sus nietos, pero los gozos de esta escena entre Israel y José están santificados, son mucho más dulces, pues además de volver a ver sus hijos, también ve el favor de Dios en ellos, sus sentidos y conciencia hicieron fiesta y alegraron el corazón de este buen hombre.

En ocasiones vemos ricos incrédulos alegrarse con la abundancia de sus bienes y agregar esta vana expresión a su alegría: "Tengo estos bienes gracias a Dios", quisieran que el Creador celebre con ellos sus riquezas [injustas], cuando en verdad ellos nunca han servido a Dios sino a las riquezas, tienen el gozo de sus posesiones, pero no el de sus conciencias; no es un gozo santo, sino carnal. Saben que esos bienes injustos no provienen de la bendición del Creador, cuando han vivido de espaldas a Su Palabra.


El gozo santo es fruto de la obediencia por fe. Mientras Esaú se divertía con mujeres impías, Jacob esperaba en Dios, aguardando la promesa de herencia eterna y ahora Dios le visita con su bendición. ¡Cuán feliz es la muerte de los santos!

Es probable que para esta fecha el patriarca ignorase de cuál de sus hijos habría de venir el Mesías, y al ver este cuadro de amor del abuelo hacia sus nietos, uno se pregunta: ¿Por qué Jacob amaba tanto a José? Por varias razones, pero en sentido general es posible que haya sido una razón de fe.
La esposa de su corazón fue Raquel, y el mayor de Raquel fue José, de modo que podemos suponer con buenas razones que Jacob llegase a pensar que el Mesías vendría de José; tal pensamiento puede acentuarse con todo lo que ha ocurrido y cómo José ha venido a ser como un salvador. De ser así, su inclinación por José no era simple capricho, sino causado por fe en la promesa de Dios de enviar un Redentor a la casa de Israel.

La alegría por causa de la fe del patriarca debe haber sido de inefable gozo: "No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v11). Este sentido es más notorio si tenemos en cuenta que el apóstol, cuando se refiere a los héroes de la fe y su vida ejemplar, no menciona la bendición de los otros hijos, sino sólo esta: "Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado en el extremo de su bordón" (Heb.11:21).

No será difícil imaginar el gozo de la fe de este buen hombre a la hora de su muerte.
Fue tanto su deleite que olvidó por completo que era ciego: "Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v11).
El gozo de la fe nos hace olvidar las debilidades, y actuamos como si los impedimentos fuesen eliminados. Lo mismo sucedió con Rode cuando Pedro fue liberado de la cárcel milagrosamente: "Y ella de gozo no abrió la puerta" (Hch.12:13-14). Amén.
P.Oscar Arocha. www.ibgracia.org

No hay comentarios.: