lunes, 8 de febrero de 2010

Meditación del 8 de Febrero, 2010

“Como un pastor, apacentará su rebaño; con su brazo lo reunirá. A los corderitos llevará en su seno, y conducirá con cuidado a las que todavía están criando” (Isaías 40:11).

Cristo pastorea de manera completa y fiel. Cuida de la iniquidad, protege del peligro, premia su débil obediencia, consuela y los salva. ¿A quiénes? A los que somos de El.

Cuida de la iniquidad. Esto lo hace apartándolos de aquellos caminos hacia lo cual sus propios corazones están inclinados: “¡Ciertamente bueno es Dios para con Israel, para con los limpios de corazón! En cuanto a mi, por poco se deslizaron mis pies; casi resbalaron mis pasos” (Salmo 73:1-2). Unas ocasiones quita el obstáculo; otras, da fuerza para resistir las tentaciones, dando la puerta para salir de ella (1 Corintios 13).

Protege: Mete a todos bajo sus alas, los protege para que nunca más se aparten de El; nunca más volverán a caer en la esclavitud del diablo: “No me volveré atrás de hacerles el bien” (Jeremías 32:40). Es cierto que Satanás no cesará en su intento de llevarlos de nuevo a la esclavitud, de que hagan el mal; pero Cristo no los abandonará, sino que los cuidará hasta el fin.

Premia. Como un rey, también recompensará la obediencia de los suyos y los estimulará al servicio: “Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos” (Salmo 119:56). Además, ha prometido premiar todos y cada uno de los servicios que ellos le rinden en Su reino: “Dios es galardonar de todos los que le buscan” (Hebreos 11:6).

Consuela. Consuela y pacifica los problemas internos cuando el espíritu de ellos se encuentra agitado y tumultuoso: “Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones” (Colosenses 3:15). Aquel quien pacifica las olas furiosas del mar, es el único que puede calmar eficazmente el corazón: “El hablará paz a su pueblo” (Salmo 85:8).

Salva. Pero el privilegio de los súbditos del reino de Cristo también es enorme, inefable y maravillosamente grandioso. Han sido liberados de la condenación que trae consigo el pecado (Juan 8:36); pero no sólo de la paga o consecuencia, sino también del dominio del pecado (Romanos 6:14). Alguno dirá y ¿por qué el pecado me ataca? Porque todavía no hemos derribado al enemigo que ocupa la tierra, estamos en pie de lucha, pero el decreto divino que los despojó de ser amo de nosotros ya fue dado. Quedan algunos filisteos que es menester sacar de la tierra. Así como un cielo no puede tener dos soles, un alma no puede tener dos reyes.

Por ultimo, la salvación completa de todos los cristianos es el privilegio de todos aquellos sobre los cuales Cristo reina: “Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria” (Salmo 73:24). Amén.

P.Oscar Arocha. www.ibgracia.org

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