martes, 9 de febrero de 2010

Meditación del 9 de Febrero

“Entonces mi alma se alegrará en Jehová; Se regocijará en su salvación” (Salmo 35:9).


De las palabras del salmista podemos destacar algunos asunto relacionados con el gozo. El lugar de sus dulces sentimientos fue su alma, o su hombre interior, no fue agua sobre sus hojas o algo superficial, sino un agüacero que empapó las raíces de sus entrañas, no hay sentimiento que baje tan profundo como esto, un sentimiento íntimo.

Tal es el anhelo de todo ser humano, disfrutar de sentimientos dulces, deleitosos, hondos, tranquilos, y de corazón.

Eso es gozar.

Si el tinte de la alegría es echado aguas abajo se tiñen las corrientes que descienden, en cambio si las aguas son entintadas en la cabecera todas las aguas corrientes abajo toman ese agradable color. Así el gozo del salmista, fue en su alma, llenó todo su ser, y así lo revela: “Mi alma se alegrará… Se regocijará; estuvo alegre, y además regocijado, lo cual es gozo sobre gozo. Notamos el objeto de su gozo, el Señor; dicho de otro modo, que el conocimiento de Dios enciende el gozo cristiano, verlo con ojos del alma, o de fe.

Por último el regalo, o lo que Dios trajo: “Su salvación”.


En resumen: Vio a Dios en su alma, le fascinó, más aún por el regalo recibido, Cristo Jesús. El gozo cristiano es disfrutar de un claro sentido del amor de Dios en Cristo. Es agasajar la imaginación con pensamientos de vida eterna, o que Cristo es nuestro.

La salvación no es otra cosa que la vida eterna, y así está escrito: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). El amor de Dios en Cristo, vida eterna y salvación son términos equivalentes; eso es gozarse más en el Dador que en dones recibidos.


Otro caso lo prueba: “Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación” (1Samuel 2:1). El punto es ampliado, ya que Ana no sólo se gozó, sino que además se alegró, regocijó, fortaleció; y los poderes de su alma fueron ensanchados.

Ahora la razón de todo este mar de deleite: “Por cuanto me alegré en tu salvación”. Esto es, que alma fue inundada de un claro sentido del amor de Dios. Lo cual ensancha el corazón creyente y lo llena con dulzura y contentamiento, cuyo efecto obligado es cantar acciones de gracias: “Para que cuente yo todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sión, y me goce en tu salvación” (Salmo 9:14). El gozo abre las puertas y el canto sale. Se dan dos tipos de creer, uno con la cabeza y otro con el corazón, y cuando es con el corazón, el efecto obligado es gozo: “Todo gozo y paz en el creer”.

Sea, pues, la fe nuestra perenne fuente de gozo. El creyente es por naturaleza una persona alegre. Amén.

P.Oscar Arocha. www.ibgracia.org

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