“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, con los ojos puestos en el cielo” (Hechos 1:10).
Aun cuando Jesús había desaparecido, los discípulos siguieron mirando con cara de asombro. Se quedaron perplejos, como si hicieran presión con su vista, quizás tratando de descifrar el misterio de esta súbita e inexplicable desaparición.
Es posible que intentaran ver más allá de donde humanamente podían, penetrar con sus miradas hasta el mismo cielo, y no es para menos, pues el Señor se ha ido.
O quizás esperaban que El regresaría de inmediato para restaurar el reino a Israel, que ellos partirían en breve con El o quizás esperaban algún cambio portentoso en el cielo visible por causa de la ascensión, pues Cristo había dicho anteriormente que verían el cielo abierto (Juan 1:51) ¿Por qué no ahora?
Los once estaban en total silencio. Los mensajeros de Dios en forma humana comenzaron la conversación y preguntan: "Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo?" (v.11). Los ángeles les conocían, les llamaron "galileos" como para recordarles que, a pesar de lo que acababan de ver, ellos estaban aún sobre la tierra.
La manera de la narración y los comentarios es sencilla, como para indicar que el regreso de Cristo será en un cotidiano día como Su ascensión.
Un día corriente veremos el regreso de Cristo en gloria, los días seguirán siendo normales como aquel y de pronto el Señor Jesús entrará de nuevo a este mundo.
Aun cuando Cristo está corporalmente ausente de Su iglesia, se ocupa de ella de manera constante pues envió a Sus discípulos dos de aquellos ángeles que le recibieron para decirles que esperaran con confianza en todo lo que El les había prometido.
Volviendo al contenido de la tierna reprensión de los ángeles observa que estos no prohíben ver al cielo, pero quedarse mirando con atención en procura de averigüar algo más de Cristo es incorrecto: ¿Por qué estáis mirando al cielo? (v.11). ¿Por qué miran con atención, es decir fijamente? Se quedaron embelesados mirando hacia arriba.
Dios nos permite hacer lo que es inocentemente natural pero no nos deja ir más allá de los límites del beneficio de nuestras almas.
Porque el tiempo de contemplación tiene límite, pues la vida no solo es pensar, sino también hacer, ya que estamos constituidos de dos esencias, la invisible y la visible.
Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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