jueves, 3 de junio de 2010

Meditación del 3 de Junio

"No niegues un bien a quien es debido, teniendo poder para hacerlo" (Proverbios 3:27).


El bien a tu prójimo puede ser encerrado en dos grandes obras: (1) dar un trato justo o equitativo y (2) ser misericordioso con ellos.

Equidad es darle al otro lo que le corresponde. En otras palabras, no hagas a otro lo que tú no quisieras que te hagan a ti. Ahora bien, estamos obligados a ayudar al necesitado porque si un pobre necesita pan, sustento o abrigo y teniendo poder para hacerlo no lo hacemos, se consideraría hurto, pues robar no sólo es quitar al prójimo lo suyo sino también no ayudarlo cuando es debido.


Así que por virtud del precepto divino los pobres son propietarios de una parte de nuestros bienes. Todo es del Señor, pero hay una porción que ha de ser dada a los pobres. Retenerla es robar: "Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe" (
Gálatas 6:10).

El bien puede ser un consejo, una reprensión, una enseñanza bíblica, un pedazo de pan, dinero, ropa, comida, etc., pero empezando con las buenas personas, los hermanos en la fe. Los buenos árboles dan buenos frutos, los cristianos debieran ser las personas más generosas y dadivosas de todos los seres humanos: "Y aprendan los nuestros a dedicarse a las buenas obras para los casos de necesidad, con el fin de que no sean sin fruto" (Tito 3:14).


¿Cuándo dar o hacer el bien?

El estado más conveniente es cuando el corazón está gozoso. Tienes razones más que suficientes para estar gozoso: inscrito en el libro de la vida, la felicidad eterna es tuya, poseedor de la los mayores privilegios que puede tener un ser humano, para toda tus necesidad tienes libre acceso al Trono de la Gracia, tienes un Dios esperando por tus oraciones y dispuesto a ayudarte en todo, has recibido y seguirás recibiendo bendiciones.

Cristo es tuyo, estás en un estado de recuperación hacia gloria eterna.

Para el tiempo por venir tenemos promesas gloriosas del Dios de verdad, nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús (Romanos 8:39).

Motivos más que suficientes para estar siempre con el corazón en gozo. Sería, pues, una ofensa y deshonra muy grande si no te gozas en Su amor, y gozándote hacer el bien a tu prójimo.

Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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