"Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:48)
Los teólogos no estuvieron tan maravillados al oírle como sus padres al encontrarlo entre los doctores de la Ley. El gozo de encontrarlo allí y discutiendo asuntos divinos les llenó de felicidad.
José no habló palabra, sabía que no tenía tanto derecho sobre el niño: “Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así?” (v. 48).
Todo parece indicar que Maria le habló en privado, y se nota lo comedida que era pues no lo hizo imperiosamente como lo haría una madre. Le habló como si fuera un adulto, con respeto. Y expresa más bien dolor, no queja o reprensión: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así?”. Maria fue la madre de Su humanidad y le reprendió con ternura.
Nadie piense que ella se considerase más importante que los intereses divinos, si habló con reprensión lo hizo en su humana debilidad. Debe haber sido bien difícil, sobre todo para María, manejar adecuadamente este asunto. No podía olvidar la revelación del Ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (1:35).
El Niño era su hijo y también su Salvador. Dios la escogió para vestirse de carne y entrar a este mundo. Nuevamente notamos lo piadosa que era esta buena mujer: “He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia” (v.48). Para el mundo José era el padre y ella le honró, lo mencionó primero. Era una mujer sumisa. María sabía muy bien que José sólo tenía nombre en el asunto, no obstante tuvo en cuenta su condición como ayuda idónea. Buen ejemplo.
“Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (v.49). Jesús no entra en contradicción con su madre sino que toma su mente y la lleva más arriba, al Cielo. Le dice que se quedó en el Templo por voluntad de Dios Padre. No debió angustiarse, sino confiar.
Confirmar lo que ella dijo al Ángel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (1:38).
La reacción de Maria nos enseña que no es nada nuevo concluir erróneamente que podemos cuidar los intereses de Cristo mejor que El. Nadie piense que puede cuidar la Iglesia mejor que El.
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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