miércoles, 30 de junio de 2010

Los Puritanos y la Consejería.7

4. Los puritanos fueron realistas sobre el pecado remanente, conflictos y problemas que son rutinarios en el caminar de la vida cristiana..

La mortificación del pecado
¿Y qué acerca del creyente controlado por su pecado remanente? ¿Qué si un cristiano halla que su pecado remanente debilita su comunión con Dios, destruye su paz y seguridad, hiere su consciencia y endurece su corazón?
La respuesta de Owen es doble: necesita ser aconsejado para realizar "mortificación" y para "poner su mente en las cosas de arriba." Owen escribió su tratado sobre la mortificación y sobre "La Gracia y el Deber de Contar con Mente Espiritu" [The Grace and Duty of Being Spiritually Minded] basado en Romanos 8:13 (si por el Espíritu hacéis morir [mortificar] las obras de la carne, viviréis) y Romanos 8:5-6 (los que viven de acuerdo al Espíritu tienen su mente en las cosas del Espíritu). Por el momento veamos la ayuda que Owen brinda al consejero en su enseñanza sobre la mortificación.

Mortificar es eliminar el pecado a nivel motivacional, detectar raíces y formas de nuestros característicos motivos carnales y destilarlos mediante arrepentimiento hasta eliminar su atractivo poder. Mortificar es eliminar todo principio de poder, vigor y fortaleza de modo que el pecado no pueda más actuar o ejercer o instrumentar ninguna acción de su propiedad.
Mortificar no es la mera supresión de las acciones externas del pecado, sino el debilitamiento de la raíz motivacional, los deseos del pecado.

¿Cómo mortificar el pecado? Medidas a discernir según Owen:
(1) Es fundamental que la persona sea cristiana antes de iniciar esta labor. No es trabajo para alguien incrédulo. Es absolutamente necesario que haya entendimiento del evangelio y la regeneración mediante la fe. Sin entendimiento de su lugar respecto a Cristo, un incrédulo no podrá arrepentirse en su totalidad o aceptar la completa dimensión de su pecado. Es demasiado devastador. La conciencia debe tener un marco de referencia y sustentarse en el evangelio para lograr arrepentimiento profundo.

(2) Reconocer la forma que toma el pecado. ¿De complacencia a otros? ¿Necesidad de poder? ¿Orgullo? ¿Pensamientos de envidia? Observe las motivaciones más básicas. Hemos de reconocer y "levantarnos contra las primeras acciones de nuestro pecado". Son como el agua de un canal: una vez roto, seguirá su curso... Pregunta a la envidia lo que realmente anhela -muerte, destrucción al final del camino.
Y hemos de reconocer los peligrosos signos del "deseo no mortificado". ¿Se ha presentado por un largo período? ¿No hay disgusto sino más bien deleite en el pecado? Es fundamental darse cuenta de la necesidad de tomar medidas extraordinarias.

(3) Llenar la mente y consciencia con los peligros y culpa del pecado al presentarlo a la cruz. Hemos de ver al pecado por lo que es, desenmascararlo y verlo en toda su fealdad, no por lo que ha hecho con uno. Hay dos pasos para desenmascarar.
(3.1) para ver los peligros, consideremos todas las consecuencias: endurecimiento del corazón, pérdida de paz y fortaleza, pérdida de seguridad de ser cristiano, y la posibilidad de corrección temporal o castigo de Dios.
(3.2) pero se requiere más que considerar consecuencias (tristeza basado en ello puede ser producto del amor propio). Es necesario cargar la consciencia con la "culpa" del pecado. Entristece al Espíritu, hiere al nuevo hombre dentro de sí, le hace inútil para Dios -quien ha hecho mucho por él-, ofende Su santidad y majestad y desparrama la sangre de Cristo.

Es importante hacer esta convicción de culpa evangélica, tan opuesta a la convicción legal. Se logra al tomar el pecado de uno y colocarlo no solo ante la Ley (si bien debe reflexionarse en la majestad y santidad divinas para que haya convicción) sino también ante el Evangelio -a la cruz de Cristo. Una sana convicción de pecado crecerá al ver la paciencia de Dios, las riquezas de Su gracia, el sufrimiento de Cristo, todo, de modo que uno cesará de pecar.
Trae tus deseos al Evangelio para mayor convicción de culpa, no sólo alivio. Dí a tu alma "¿Qué he hecho? ¿Qué amor, qué misericordia, cuál sangre, cuál gracia he menospreciado? ¿Es ésta la paga que doy al Padre por Su amor, al Hijo por Su sangre, al Espíritu Santo por Su gracia? ¿Me atrevo a menospreciar el propósito de la muerte de Cristo?"
Advierte cada día a tu conciencia con estas palabras. Observa si ella tolera el agravamiento de su culpa. Si no se derrite en alguna medida, tu caso es muy peligroso.

Este proceso de cargar la conciencia ante la cruz de Cristo ayuda al pecador a aborrecer al pecado en sí mismo. Comienza a perder su atractivo y su poder para mover deseos y cometer acciones pecaminosos.

Muchos consejeros de hoy, bajo influencia de las "corrientes del auto-estima", pensarán que este enfoque es riesgoso. Pero Owen claramente advierte que "aplicar misericordia a un pecado no vigorosamente mortificado es cumplimentar la carne por encima del Evangelio. Es natural que una persona exprese tristeza breve por algún pecado y luego se justifique rápidamente con algún versículo sobre el perdón (por ejemplo 1 Juan 1:8-9). Pero esto ocasiona tremendo endurecimiento del corazón, en especial en aquellos que caen repetidamente en el mismo pecado. Su arrepentimiento suele ser intelectual o basado en miedo a las consecuencias. Sin convicción evangélica de su pecado no habrá real arrepentimiento, ni un verdadero despertar a la presencia del pecado en su vida. Richard Sibbes definió de manera clásica el arrepentimiento como "no una mera inclinación de nuestra cabeza... tristeza que convierte al pecado en algo más odioso que el castigo, de modo que provoca violencia santa contra él."

Cuando algunos claman que el enfoque de Owen produce "falta de auto-estima", auto-aborrecimiento, ignoran la diferencia entre el arrepentimiento legal y el evangélico (ver también comentarios de Stephen Charnock para más ayuda). Owen explica que hemos de llevar nuestro pecado a la cruz y que cualquiera haciendo mortificación debe tener su consciencia enmarcada por el evangelio de la gracia.

(4) Luego de cargar la conciencia, hemos de ir a las promesas escriturales de misericordia y gracia mediante las cuales Dios habla paz a la conciencia. Esto se hace dirigiendo la fe hacia la muerte, sangre y cruz de Cristo.
"Coloca fe en la obra de Cristo... Su sangre es el gran remedio soberano... vive en esto y morirás siendo conquistador, sí, lo serás, mediante la buena providencia de Dios, vivirás para ver la muerte de tus deseos a tus pies... acciona fe sobre la muerte, sangre y cruz de Cristo, esto es, en Cristo como el Cordero inmolado."

Hemos de meditar en Cristo crucificado no sólo para obtener sentido de perdón sino confianza en que -gracias al triunfo de Cristo- el pecado no tiene ni tendrá más dominio sobre nosotros. Esto proporciona gracia y fortalece santidad. Y ahora, debido al trabajo previo de cargar la conciencia, encontraremos preciosas y consoladoras las doctrinas sobre la gracia y misericordia divinas, como nunca antes. Nos encontrarán con amor para Dios y nueva libertad del pecado.

Owen puntualiza que no debiéramos hablar de paz a nuestra alma sino hasta que Dios lo haga. Pareciera que dice algo así como "espera a que sientas cierta clase de experiencia emocional de Dios para decir que eres perdonado." Pero Owen no dice esto. Durante el proceso de mortificación un creyente no debe albergar dudas de la aceptación de Dios. No hay condenación para quienes están en Cristo Jesús (Romanos 8:1).
Lo que Owen dice es que la mortificación es obra exclusiva del Espíritu: El es el único medio "eficiente" de mortificación. Nosotros no podemos hacerlo.
En otras palabras, es el Espíritu "quien trae la cruz de Cristo al corazón del pecador, mediante la fe". O sea que no debiéramos ser tan rápidos para finalizar nuestro proceso de mortificación. Si decimos que el proceso ha terminado, cuando aún hay poca o ninguna humillación o gozo o libertad experimentada, estamos siendo "auto-sanadores".

(5) Continuar vigilantes, descubriendo "ocasiones para el pecado", las situaciones y condiciones que en particular nos arrastran a pecar. Hemos de fortalecernos contra ello. Esto significa recordar lo que hemos aprendido de nuestra mortificación íntima y usarlo en nuestro corazón cuando encaramos situaciones de pecado en el mundo. Ensayar aquellas cosas que el Espíritu nos ha enseñado y utilizar nuestra nueva libertad para guardar nuestro corazón (actitudes, pensamientos) y nuestros pasos (acciones) en dichas situaciones.

(6) Orar de modo consistente, por mayor disgusto contra el pecado así como el anhelo de ser librados de él. En otras palabras, orar por arrepentimiento profundo. Mientras que los primeros cuatro pasos de la mortificación se dan gracias a tiempos concentrados de oración, los últimos dos pasos suceden de modo continuo y constante en el diario vivir.

La Teología Puritana sobre el Pecado Remanente, expuesta magistralmente por John Owen, tiene multitud de implicaciones para la consejería. Arroja luz sobre aspectos teóricos.
Primero, hemos visto que los patrones de pecado recurrente y conductas adictivas tienen antecedentes. Hay raíces y causas detrás de las acciones en las cuales es necesario trabajar. Puesto que nuestra carne tiene "formas" o patrones, podemos conocerlos y erradicar los motivos de maldad a los que somos inclinados.
Segundo, hemos sido salvados de la idea de que es fácil lidiar contra el pecado mediante arrepentimiento fácil y fuerza de voluntad. Y de mantenernos en la creencia de que no somos responsables de nuestra propia conducta.
Tercero, tenemos solución para la controversia de la autoimagen: hemos de vivir por fe. Hemos de reprogramar el entendimiento de nosotros mismos, pero no haciendo un inventario de nuestras "buenas cualidades".

Hay también implicaciones prácticas, metodológicas, de la visión puritana del pecado remanente. Los estándares modernos para cualquier persona que lucha con patrones profundos de auto-gratificación o de voluntariedad dicen que "usted no es responsable", o que "un verdadero cristiano no sentiría así" o "usted está endemoniado".
Pero Owen alentaría y consolaría a esta persona. Le diría que " tiene un patrón de la carne que solo se debilita mediante concentrada oración, obediencia a y penetración de la verdad del evangelio. Tu duelo y tristeza por el pecado es signo maravilloso de que el pecado no reina en ti, eres un creyente, y por tanto, es posible vencer en Cristo tu particular esclavitud."

¿Cuál es mi evidencia clínica de que la consejería pastoral de Owen funciona?
Que la he usado personalmente durante muchos años con grande ganancia. Y John Owen me consoló grandemente, con gran efectividad, en un período de mi vida cuando nadie más pudo hacerlo.

Tim Keller. CCEF http://www.ccef.org/puritan-resources-biblical-counseling

Tim Keller is pastor of Redeemer Presbyterian Church in New York City.

This article appeared in The Journal of Pastoral Practice Volume 9, Number 3, 1988.

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