“Porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11)
Hoy es día de misericordia, ya que nuevos son los favores del Señor cada mañana. Y la buena providencia nos ha concedido iniciarlo con el deseo de buscar Su Nombre.
Todo pinta con buenos pronósticos. Nuestra regla de fe y práctica es la Palabra de Dios, no la providencia, pero si las circunstancias endulzan la promesa, entonces pensamos que sería más fácil para el corazón alegrarse y fortalecer la esperanza. No lo ocultamos, nos agrada venir cada mañana a la lectura de la Biblia, y ser instruidos con las verdades del Evangelio.
Y la verdad del versículo clave de hoy es aún más pertinente si se considera que vivimos en tiempo donde las crisis en todos los órdenes van en aumento, y allí el remedio bíblico es echar mano de nuestra gloriosa esperanza.
Si alguno viaja en transporte público apretujado e incómodo, uno lo suaviza pensando que cada segundo está más cerca de salir de esa incomodidad. Pues bien, sabemos que en este mundo cada día estamos más apretados, el espacio para el creyente se reduce, hay poca disponibilidad para el bueno y honesto. Será nuestra defensa y sabiduría amarrar el alma a esta verdad: “Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”. No es sabio poner la mirada sólo en nuestras circunstancias presentes sino en hacer buen uso del tiempo y elevarnos más allá, hacia nuestra esperanza de gloria eterna. La providencia nos ha puesto en tal o cual circunstancia, hagamos buen uso de ello.
Nuestro punto es este: nos encontramos frente a un día que murió y otro que nace y es saludable para nuestras almas meditar y pensar estas realidades bajo la luz vivificante de la Palabra de Dios.
Al leer el pasaje podrá notarse que el escritor divino lo divide en dos partes: por un lado el indicativo del tiempo: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día” (v.11-12a); y por el otro el imperativo o lo que estamos mandados a hacer en tal tiempo: “Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne” (v.12b-14).
Nos ocuparemos del indicativo, o lo que Dios nos está indicando, y hemos de hacerlo así porque es el motor o causa del imperativo. Lo que alegra y moviliza la voluntad del creyente es esto: la esperanza de gloria. Que cada día sea motivo poderoso para recordar que estamos más cerca de la gloria que cuando creímos, o que la ocasión es propicia para reverdecer nuestra esperanza. Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
1 comentario:
Dios le bebdiga, muy buenos días:
Amén hermano. Totalmente de acuerdo con todo lo que ha dicho. Y esta certeza no nos averguenza, sino, muy por el contrario produce en nosotros un mayor sentido de la Gloria de Dios. Nos recuerda que todo lo que podamos vivir en este tiempo, aunque fuera dificil, no se compara con la cosolación, la gloria, el bien que disfrutaremos y de lo cual seguro no estamos cerca de entender cuan grande y glorioso será: el ir a vivir con Jesús.
Que siempre nuestra esperanza se manifieste.
Hasta luego
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