“Y les respondió José: Vosotros pensasteis mal contra mi, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló y les habló al corazón." (Génesis 50:20).
Cuando seas injuriado, tal como lo fue el patriarca José, considera que puede ser intención de la providencia que tú sufras. Es casi seguro que tus enemigos intentarán el mal contra ti pero lo ciertísimo es que Dios no intenta nunca ningún mal de aquellos quienes confían en El : "A los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien" (Romanos 8:28).
Piensa en que el triunfo nuestro es porque Dios reina, mira al Señor como la causa primera de todas tus providencias y desiste de atribuír tus males a los hombres. Cuando David cuando fue injuriado por Simei, su pensamiento fue: "Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy" (2Samuel 16:12).
A quien tú perdones, háblale y hazle el bien. Los espíritus heridos no solo deben ser sanados sino también vendados. Esta es la manera de perdonar a tu prójimo, menos de ahí es hipocresía. Porque si retienes rencor en tu corazón no has perdonado, pretendes tomar venganza -quizás más adelante- con la presunción de aplicar justicia sobre la tierra, esto es, colocarte en Dios y profanar Su gloria.
En cambio, si eres misericordioso perdonando a tus enemigos, conocerás que los mandamientos del Señor no son gravosos y podrás cantar a coro con el salmista: "Los juicios de Jehová son verdad, todos justos y dulces mas que miel" (Salmo 19:9).
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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