jueves, 10 de junio de 2010

Meditación del 10 de Junio

“A éste miraré con aprobación: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra” (Isa.66:2).

Los montes tiemblan ante la presencia de Dios. ¿Quedarían nuestros corazones fríos y muertos al adorar? ¿Acaso somos más insensibles que los montes?


Cuéntase de un rey que prometió una gran recompensa al hombre que le trajera el mejor presente. Vinieron al rey un médico, un filósofo, un poeta, un negociante y un mendigo. El medico trajo un remedio para rejuvenecer. El poeta un cautivante poema. El filósofo un libro de grandes misterios. El negociante una joya de gran precio. El mendigo se acercó al rey de rodillas y le dijo "no tengo nada digno que darte, me doy yo mismo a tu servicio".

Bendito son los pobres en espíritu que se dan ellos mismos a Dios.

Es tener tu mente de acuerdo a cada parte de la adoración. Sentado cuando haya que estarlo, cantando al alabar, orando al orar, y oyendo la predicación.

Las bendiciones del cielo son para esos: “A los hambrientos sació de bienes y a los ricos los despidió vacíos” (Lucas 1:53).

Un corazón reverente en la adoración a Dios se proporcionará a sí mismo muchos bienes.

La reverencia es una cualidad de mucha importancia en la adoración. Si el corazón no está sintonizado con ese estado del alma, no se puede adorar. Cuando nos encontramos en la presencia del Presidente nuestra reacción es ser circunspectos; de manera semejante, el corazón creyente reacciona con reverencia ante la presencia del Creador: “Entonces Moisés se apresuró a bajar la cabeza hacia el suelo, y adoró” (Exodo 34:8).

La reverencia es a la adoración como el calor al fuego, inseparables. Si lees los Diez Mandamientos encontrarás que contiene sólo dos preceptos positivos y ocho negativos; solamente el cuarto y el quinto son positivos, los demás empiezan con NO. En el servicio a Dios hemos de ocuparnos más en evitar el pecado que en hacer los deberes. En otras palabras, que el pecado perturba más la razón que la carencia de gracia. Para venir a adorar, lo primero es presionar tu corazón para evitar el mal, antes de estar en condiciones de hacer el bien.

Un instrumento como la guitarra, dejada a sí misma se desafinará y no ejecutará la melodía, pero si está afinado será más fácil tocarlo. Evitando tus faltas estarás en mejor condición de agradar a Dios. Ten en cuenta que la comunión con el Señor se corta con el pecado más que por la carencia de gracia. La frialdad y las distracciones te hacen inadecuado para el Señor, pero el pecado aun más. Presiona tu corazón a que se abstenga del mal. Amen.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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