viernes, 18 de junio de 2010

Meditación del 18 de Junio

“Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5).


Quienes descansen su alma en su propio poder natural terminarán apostatando si no recapacitan a tiempo. Y la razón es sencilla: no hay en el hombre poder suficiente que pueda sostenerlo a si mismo. Oiga el clamor de David: “Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Salmo 19:13).

Aprendamos de los grandes santos, quienes fueron débiles hasta que vino sobre ellos el poder de arriba. Recuerde cómo fue Pedro avergonzado con la pregunta de una doncella: “Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida pondré por ti!... Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿Tú no serás también de los discípulos de ese hombre? El dijo: No lo soy” (Juan 13:37 y 18:17).


En toda caída, prueba, desaliento, no busques poder en ti, levanta tus ojos al poder de la resurrección de Cristo, cuyo Espíritu es suficiente para todo: Todo es de El, por El y para El. Imitemos al buen Josafat:
Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás tú? Porque nosotros no disponemos de fuerzas contra esta multitud tan grande que viene contra nosotros. No sabemos qué hacer, pero en ti ponemos nuestros ojos. Todo Judá estaba de pie delante de Jehová, con sus pequeños, sus mujeres y sus hijos” (2Crónicas 20:12-13).

Satanás sabe muy bien que nada puede prevalecer contra Cristo o contra quienes descansan en Su eterno poder. Por eso pasa el tiempo tratando de mantenernos en nosotros mismos y en las criaturas.

El ministro
Sibbes dijo: “Quien comienza en autoconfianza, terminará en vergüenza”. El mayor de los apóstatas es Satanás, fue un ángel de luz y cayó de la verdad por su propia voluntad y trata de arrastrar a todos con él. Es un espíritu maldito echado del paraíso y labora para que los hombres tengan su mismo destino de condenación. Fue sacado del paraíso por su pecado, y por la envidia no soporta que criaturas de menor rango que él puedan disfrutar la eterna felicidad del cielo que Dios ha prometido a todos los que aman a Cristo.

El cristiano que vela y ora será librado de las tentaciones que conducen a la caída.


Hay vientos que combaten contra grandes árboles movimiento tras movimiento intentando hacerlos caer. El daño de los ciclones no es tanto el furor del viento, sino la recurrencia de los mismos, por eso hay que mantenerse velando.

Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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