miércoles, 30 de junio de 2010

Los Puritanos y la Consejería.7

4. Los puritanos fueron realistas sobre el pecado remanente, conflictos y problemas que son rutinarios en el caminar de la vida cristiana..

La mortificación del pecado
¿Y qué acerca del creyente controlado por su pecado remanente? ¿Qué si un cristiano halla que su pecado remanente debilita su comunión con Dios, destruye su paz y seguridad, hiere su consciencia y endurece su corazón?
La respuesta de Owen es doble: necesita ser aconsejado para realizar "mortificación" y para "poner su mente en las cosas de arriba." Owen escribió su tratado sobre la mortificación y sobre "La Gracia y el Deber de Contar con Mente Espiritu" [The Grace and Duty of Being Spiritually Minded] basado en Romanos 8:13 (si por el Espíritu hacéis morir [mortificar] las obras de la carne, viviréis) y Romanos 8:5-6 (los que viven de acuerdo al Espíritu tienen su mente en las cosas del Espíritu). Por el momento veamos la ayuda que Owen brinda al consejero en su enseñanza sobre la mortificación.

Mortificar es eliminar el pecado a nivel motivacional, detectar raíces y formas de nuestros característicos motivos carnales y destilarlos mediante arrepentimiento hasta eliminar su atractivo poder. Mortificar es eliminar todo principio de poder, vigor y fortaleza de modo que el pecado no pueda más actuar o ejercer o instrumentar ninguna acción de su propiedad.
Mortificar no es la mera supresión de las acciones externas del pecado, sino el debilitamiento de la raíz motivacional, los deseos del pecado.

¿Cómo mortificar el pecado? Medidas a discernir según Owen:
(1) Es fundamental que la persona sea cristiana antes de iniciar esta labor. No es trabajo para alguien incrédulo. Es absolutamente necesario que haya entendimiento del evangelio y la regeneración mediante la fe. Sin entendimiento de su lugar respecto a Cristo, un incrédulo no podrá arrepentirse en su totalidad o aceptar la completa dimensión de su pecado. Es demasiado devastador. La conciencia debe tener un marco de referencia y sustentarse en el evangelio para lograr arrepentimiento profundo.

(2) Reconocer la forma que toma el pecado. ¿De complacencia a otros? ¿Necesidad de poder? ¿Orgullo? ¿Pensamientos de envidia? Observe las motivaciones más básicas. Hemos de reconocer y "levantarnos contra las primeras acciones de nuestro pecado". Son como el agua de un canal: una vez roto, seguirá su curso... Pregunta a la envidia lo que realmente anhela -muerte, destrucción al final del camino.
Y hemos de reconocer los peligrosos signos del "deseo no mortificado". ¿Se ha presentado por un largo período? ¿No hay disgusto sino más bien deleite en el pecado? Es fundamental darse cuenta de la necesidad de tomar medidas extraordinarias.

(3) Llenar la mente y consciencia con los peligros y culpa del pecado al presentarlo a la cruz. Hemos de ver al pecado por lo que es, desenmascararlo y verlo en toda su fealdad, no por lo que ha hecho con uno. Hay dos pasos para desenmascarar.
(3.1) para ver los peligros, consideremos todas las consecuencias: endurecimiento del corazón, pérdida de paz y fortaleza, pérdida de seguridad de ser cristiano, y la posibilidad de corrección temporal o castigo de Dios.
(3.2) pero se requiere más que considerar consecuencias (tristeza basado en ello puede ser producto del amor propio). Es necesario cargar la consciencia con la "culpa" del pecado. Entristece al Espíritu, hiere al nuevo hombre dentro de sí, le hace inútil para Dios -quien ha hecho mucho por él-, ofende Su santidad y majestad y desparrama la sangre de Cristo.

Es importante hacer esta convicción de culpa evangélica, tan opuesta a la convicción legal. Se logra al tomar el pecado de uno y colocarlo no solo ante la Ley (si bien debe reflexionarse en la majestad y santidad divinas para que haya convicción) sino también ante el Evangelio -a la cruz de Cristo. Una sana convicción de pecado crecerá al ver la paciencia de Dios, las riquezas de Su gracia, el sufrimiento de Cristo, todo, de modo que uno cesará de pecar.
Trae tus deseos al Evangelio para mayor convicción de culpa, no sólo alivio. Dí a tu alma "¿Qué he hecho? ¿Qué amor, qué misericordia, cuál sangre, cuál gracia he menospreciado? ¿Es ésta la paga que doy al Padre por Su amor, al Hijo por Su sangre, al Espíritu Santo por Su gracia? ¿Me atrevo a menospreciar el propósito de la muerte de Cristo?"
Advierte cada día a tu conciencia con estas palabras. Observa si ella tolera el agravamiento de su culpa. Si no se derrite en alguna medida, tu caso es muy peligroso.

Este proceso de cargar la conciencia ante la cruz de Cristo ayuda al pecador a aborrecer al pecado en sí mismo. Comienza a perder su atractivo y su poder para mover deseos y cometer acciones pecaminosos.

Muchos consejeros de hoy, bajo influencia de las "corrientes del auto-estima", pensarán que este enfoque es riesgoso. Pero Owen claramente advierte que "aplicar misericordia a un pecado no vigorosamente mortificado es cumplimentar la carne por encima del Evangelio. Es natural que una persona exprese tristeza breve por algún pecado y luego se justifique rápidamente con algún versículo sobre el perdón (por ejemplo 1 Juan 1:8-9). Pero esto ocasiona tremendo endurecimiento del corazón, en especial en aquellos que caen repetidamente en el mismo pecado. Su arrepentimiento suele ser intelectual o basado en miedo a las consecuencias. Sin convicción evangélica de su pecado no habrá real arrepentimiento, ni un verdadero despertar a la presencia del pecado en su vida. Richard Sibbes definió de manera clásica el arrepentimiento como "no una mera inclinación de nuestra cabeza... tristeza que convierte al pecado en algo más odioso que el castigo, de modo que provoca violencia santa contra él."

Cuando algunos claman que el enfoque de Owen produce "falta de auto-estima", auto-aborrecimiento, ignoran la diferencia entre el arrepentimiento legal y el evangélico (ver también comentarios de Stephen Charnock para más ayuda). Owen explica que hemos de llevar nuestro pecado a la cruz y que cualquiera haciendo mortificación debe tener su consciencia enmarcada por el evangelio de la gracia.

(4) Luego de cargar la conciencia, hemos de ir a las promesas escriturales de misericordia y gracia mediante las cuales Dios habla paz a la conciencia. Esto se hace dirigiendo la fe hacia la muerte, sangre y cruz de Cristo.
"Coloca fe en la obra de Cristo... Su sangre es el gran remedio soberano... vive en esto y morirás siendo conquistador, sí, lo serás, mediante la buena providencia de Dios, vivirás para ver la muerte de tus deseos a tus pies... acciona fe sobre la muerte, sangre y cruz de Cristo, esto es, en Cristo como el Cordero inmolado."

Hemos de meditar en Cristo crucificado no sólo para obtener sentido de perdón sino confianza en que -gracias al triunfo de Cristo- el pecado no tiene ni tendrá más dominio sobre nosotros. Esto proporciona gracia y fortalece santidad. Y ahora, debido al trabajo previo de cargar la conciencia, encontraremos preciosas y consoladoras las doctrinas sobre la gracia y misericordia divinas, como nunca antes. Nos encontrarán con amor para Dios y nueva libertad del pecado.

Owen puntualiza que no debiéramos hablar de paz a nuestra alma sino hasta que Dios lo haga. Pareciera que dice algo así como "espera a que sientas cierta clase de experiencia emocional de Dios para decir que eres perdonado." Pero Owen no dice esto. Durante el proceso de mortificación un creyente no debe albergar dudas de la aceptación de Dios. No hay condenación para quienes están en Cristo Jesús (Romanos 8:1).
Lo que Owen dice es que la mortificación es obra exclusiva del Espíritu: El es el único medio "eficiente" de mortificación. Nosotros no podemos hacerlo.
En otras palabras, es el Espíritu "quien trae la cruz de Cristo al corazón del pecador, mediante la fe". O sea que no debiéramos ser tan rápidos para finalizar nuestro proceso de mortificación. Si decimos que el proceso ha terminado, cuando aún hay poca o ninguna humillación o gozo o libertad experimentada, estamos siendo "auto-sanadores".

(5) Continuar vigilantes, descubriendo "ocasiones para el pecado", las situaciones y condiciones que en particular nos arrastran a pecar. Hemos de fortalecernos contra ello. Esto significa recordar lo que hemos aprendido de nuestra mortificación íntima y usarlo en nuestro corazón cuando encaramos situaciones de pecado en el mundo. Ensayar aquellas cosas que el Espíritu nos ha enseñado y utilizar nuestra nueva libertad para guardar nuestro corazón (actitudes, pensamientos) y nuestros pasos (acciones) en dichas situaciones.

(6) Orar de modo consistente, por mayor disgusto contra el pecado así como el anhelo de ser librados de él. En otras palabras, orar por arrepentimiento profundo. Mientras que los primeros cuatro pasos de la mortificación se dan gracias a tiempos concentrados de oración, los últimos dos pasos suceden de modo continuo y constante en el diario vivir.

La Teología Puritana sobre el Pecado Remanente, expuesta magistralmente por John Owen, tiene multitud de implicaciones para la consejería. Arroja luz sobre aspectos teóricos.
Primero, hemos visto que los patrones de pecado recurrente y conductas adictivas tienen antecedentes. Hay raíces y causas detrás de las acciones en las cuales es necesario trabajar. Puesto que nuestra carne tiene "formas" o patrones, podemos conocerlos y erradicar los motivos de maldad a los que somos inclinados.
Segundo, hemos sido salvados de la idea de que es fácil lidiar contra el pecado mediante arrepentimiento fácil y fuerza de voluntad. Y de mantenernos en la creencia de que no somos responsables de nuestra propia conducta.
Tercero, tenemos solución para la controversia de la autoimagen: hemos de vivir por fe. Hemos de reprogramar el entendimiento de nosotros mismos, pero no haciendo un inventario de nuestras "buenas cualidades".

Hay también implicaciones prácticas, metodológicas, de la visión puritana del pecado remanente. Los estándares modernos para cualquier persona que lucha con patrones profundos de auto-gratificación o de voluntariedad dicen que "usted no es responsable", o que "un verdadero cristiano no sentiría así" o "usted está endemoniado".
Pero Owen alentaría y consolaría a esta persona. Le diría que " tiene un patrón de la carne que solo se debilita mediante concentrada oración, obediencia a y penetración de la verdad del evangelio. Tu duelo y tristeza por el pecado es signo maravilloso de que el pecado no reina en ti, eres un creyente, y por tanto, es posible vencer en Cristo tu particular esclavitud."

¿Cuál es mi evidencia clínica de que la consejería pastoral de Owen funciona?
Que la he usado personalmente durante muchos años con grande ganancia. Y John Owen me consoló grandemente, con gran efectividad, en un período de mi vida cuando nadie más pudo hacerlo.

Tim Keller. CCEF http://www.ccef.org/puritan-resources-biblical-counseling

Tim Keller is pastor of Redeemer Presbyterian Church in New York City.

This article appeared in The Journal of Pastoral Practice Volume 9, Number 3, 1988.

© 1988, 2010 - The Christian Counseling and Educational Foundation

Meditación del 30 de Junio

“Y les respondió José: Vosotros pensasteis mal contra mi, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló y les habló al corazón." (Génesis 50:20).


Cuando seas injuriado, tal como lo fue el patriarca José, considera que puede ser intención de la providencia que tú sufras. Es casi seguro que tus enemigos intentarán el mal contra ti pero lo ciertísimo es que Dios no intenta nunca ningún mal de aquellos quienes confían en
El : "A los que aman a Dios, todas las cosas le ayudan a bien" (Romanos 8:28).


Piensa en que el triunfo nuestro es porque Dios reina, mira al Señor como la causa primera de todas tus providencias y desiste de atribuír tus males a los hombres. Cuando David cuando fue injuriado por
Simei, su pensamiento fue: "Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy" (2Samuel 16:12).


A quien tú perdones, háblale y hazle el bien. Los espíritus heridos no solo deben ser sanados sino también vendados. Esta es la manera de perdonar a tu prójimo, menos de ahí es hipocresía. Porque si retienes rencor en tu corazón no has perdonado, pretendes tomar venganza -quizás más adelante- con la presunción de aplicar justicia sobre la tierra, esto es, colocarte en Dios y profanar Su gloria.


En cambio, si eres misericordioso perdonando a tus enemigos, conocerás que los mandamientos del Señor no son gravosos y podrás cantar a coro con el salmista: "Los juicios de Jehová son verdad, todos justos y dulces mas que miel" (Salmo 19:9).

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

martes, 29 de junio de 2010

Los Puritanos y la Consejería.6

4. Los puritanos fueron realistas sobre el pecado remanente, conflictos y problemas que son rutinarios en el caminar de la vida cristiana.

La visión puritana del pecado
Con pocas excepciones, fueron de teología reformada. Creían en la depravación radical del corazón humano y en la continua presencia del pecado remanente en el creyente.
Los evangélicos de hoy no suelen reflejar este realismo debido a un nebuloso entendimiento de lo que es el pecado.
En algunos círculos, la tendencia es catalogar la conducta compulsiva fuertemente arraigada como posesión demoníaca o algo semejante y rechazar que un creyente verdadero pueda experimentar tal conducta. Otros evangélicos adoptan el "modelo de enfermedad" para cualquier adicción. Esta visión absuelve al paciente de responsabilidad: es la víctima de condiciones biológicas o algún otro severo trauma sufrido en su niñez.

Estas ideas presumen una visión no-Agustiniana sobre el pecado (como acciones voluntarias, de la voluntad). Tal visión teológica del pecado que no lleva al inmediato arrepentimiento y a esfuerzos de disciplina personal se considera demónico o físico (o imposible!). Pero los Puritanos, debido a su conocimiento del pecado remanente (la carne), reconocían la existencia de problemas profundos asociados a pecado y que solamente habrían cambios como resultado de la gradual "penetración de la verdad."
Para analizar la visión y entendimiento del moderno super optimismo evangélico de la vida cristiana basta con hojear los títulos de los materiales más populares sobre discipulado. Por citar un ejemplo, el material de Los Navegantes "Diseñado para Discipular" [ The Navigator's Design for Discipleship]. Este material se utiliza como parte de un curso de dos años llamado "Series 2:7". Todo el programa de dos años dedica sólo tres capítulos al tema de juicios y conflictos con el pecado.

Contraste lo anterior con el concepto puritano "diseñado para discipular" del Directorio de Baxter. Baxter analiza a profundidad el deslizamiento y la pérdida de seguridad (el sentido de estar distanciado de Dios). Provee inventario específico de los "grandes pecados" (incluyendo materialismo y orgullo, no mero sensualismo), provee ayuda contra tentaciones, los "beneficios de las aflicciones", e instrucciones maravillosas para confrontar la muerte. Mientras que el material de Los Navegantes asume una existencia general tipo clase media, segura, Baxter enfoca los problemas particulares del pobre, del rico, del oprimido, así como del profesional.

Y Baxter no es un autor aislado en este "realismo". Otros dos textos puritanos son clásicos sobre el tema de la depresión (Thomas Goodwin's A Child of Light Walking in Darkness y William Bridge's A Lifting Up for the Downcast). Ambos asumen que el cristiano verdadero con "verdadera paz" atravesará períodos desérticos -tiempos donde se ha escondido la luz de Dios. Bridge cita diversas causas en la pérdida de paz:
(1) "grandes pecados" (conducta pecaminosa obvia)
(2) "debilidad en la gracia" (aumento del orgullo y deseos idolátricos subyacentes)
(3) "negligencia en el deber" (de disciplinas básicas en los medios de gracia)
(4) "falta de seguridad" (acusaciones demónicas sobre la consciencia)
(5) "tentaciones"
(6) "deserción" (distanciamiento deliberado de Dios con propósito de disciplina)
(7) "aflicción"
(8) "inutilidad" (falla en usar dones para ministerios)
(9) "desalientos derivados de la condición misma" (deprimirse porque se está deprimido!)

El dominio del pecado
En esencia, la causa principal del realismo puritano deriva de su total entendimiento sobre la naturaleza del pecado remanente. Las cuatro obras de John Owen le convierten en el maestro por excelencia: "Sobre la Mortificación del Pecado en el Creyente", "Sobre Tentaciones, su Naturaleza y Poder", "Naturaleza, Poder, Decepción y Prevalencia de los Remanentes del Pecado en Creyentes", y su "Tratado sobre Los Dominios del Pecado y la Gracia" [“Of the Mortification of Sin in Believers,” “Of Temptation: The Nature and Power of It,” “The Nature, Power, Deceit, and Prevalency of the Remainders of Indwelling Sin in Believers,” and “A Treatise on the Dominion of Sin and Grace.”].
Para Owen, la principal diferencia entre creyentes y no creyentes es la ruptura del dominio del pecado (Romanos 6). Sin embargo, en el creyente permanece la influencia del pecado con sus mismas tendencias básicas, aunque debilitadas. Por lo tanto hay dos problemas pastorales: convencer de su ubicación a quienes todavía estén bajo el dominio del pecado y convencer de su nueva ubicación a quienes ya no están bajo el dominio del pecado. Un buen consejero bíblico debe prepararse para ambas tareas con sumo cuidado.

¿Cuáles son los signos del dominio del pecado?
Para Owen, algunas veces el dominio es muy discernible ...como en el caso de quienes visiblemente entregan sus miembros a ser instrumentos de injusticia y pecado. Una vida abiertamente licenciosa muestra a tal persona sujeta al dominio del pecado -sin importar lo que diga. Pero Owen rápidamente nos muestra que el dominio del pecado no siempre es evidente.
Una vida de moralidad externa, de interés en estudios bíblicos, de gozo en los deberes religiosos, y de arrepentimiento de pecados externos no son sinónimos de estar libres del dominio del pecado (todos estos signos pudieran estar presentes y sin embargo que el pecado reinara en tal persona). El pecado reina cuando la "imaginación" (es decir los motivos) del corazón se halla controlada por el pecado.
Los patrones básicos de la imaginación pecaminosa son tres, según Owen: (1) "orgullo, auto-exaltación, deseo de poder y de grandeza", (2) "sensualidad y falta de limpieza de vida", (3) "incredulidad, desconfianza, pensamientos duros acerca de Dios". Egoísmo, auto-gratificación, voluntariedad.

Si bien el creyente ya no está bajo el dominio del pecado, sin embargo no escapa a su influencia. La influencia tiene poder real, permanece en el creyente aunque esté destronada. La "carne" se refiere a esa corrupción remanente que anhela ser Dios en lugar de colocarse bajo Dios. Es un principio de aborrecimiento a Dios.
Egoísmo, auto-gratificación, voluntariedad están presentes en cada uno de nosotros. Como cristianos hemos de aprender a detectar la carne y sus operaciones cuando, como en las raíces de viejos árboles, penetra y enreda la vida por debajo de la superficie. A menos que seamos capaces de discernir tales raíces, nos controlarán y distorsionarán y nos harán realizar incluso deberes piadosos con motivaciones falsas.
Egoísmo, auto-gratificación y voluntariedad deben discernirse cada vez que aletean y afectan nuestra conducta, relaciones, actitudes, posturas. Los puritanos no se asombrarían con las revelaciones sobre líderes cristianos (aparentemente) efectivos en inmoralidad sexual. Ellos sabían cuán fácilmente es que un cristiano verdadero haga su ministerio y buenas obras bajo el control de la carne.
Lovelace: "no es sorpresa darse cuenta que muchas congregaciones llenas de personas regeneradas están, sin embargo, medio muertas en lo espiritual, puesto que la vida espiritual demanda metanoia, una nueva mente arrepentida, y esto requiere mucho más que programar el corazón contra las sombrías expresiones del pecado -como cuando el creyente recién es convertido... muchas congregaciones de cristianos profesantes están saturadas de esta clase de justicia muerta... justicia superficial que no proviene de fe y acción renovadora del Espíritu, sino de orgullo religioso condicionado conforme a tradiciones..."

¿Cómo entonces establecer diferencia entre dominio del pecado y pecado remanente en el creyente? Owen escribe cuán crucial es para un consejero poder decir la diferencia.
Especialmente importante porque el pecado puede ser más violento y en apariencia más fuerte porque ha sido destronado y está muriendo.
Owen primero enseña que el dominio del pecado se nota en la "dureza de corazón." Los creyentes que pudieran sufrir la influencia del pecado se entristecen de sus propias motivaciones pecaminosas. Tal tristeza y preocupación de su pecado es signo saludable de que esta persona no está bajo el reinado del pecado.
También, Owen puntualiza que el creyente verdadero experimenta "mortificación": reconocen y trabajan en sus motivaciones pecadoras y no solamente en su conducta externa. "Cuando las únicas restricciones sobre el pecado son las consecuencias de las acciones, el pecado tiene dominio sobre la voluntad."

Los puritanos (y Owen no es la excepción), fueron preocupados al extremo para clasificar todo. Pero incluso Owen admite que hay un tipo de "condición intermedia" en la cual es imposible decir si una persona está bajo el dominio del pecado o si ha caído en una pérdida de poder espiritual irrecuperable con los medios ordinarios de la gracia. Por ejemplo el caso de David en los meses posteriores a su adulterio con Betsabé. En tales casos un pastor debe enfrentar a la persona como lo hizo Natán, advirtiéndole en los más fuertes términos sobre el peligro.

Por supuesto, el tipo de consejería para quienes están bajo el dominio del pecado es evangelismo. Owen nos dice que estas personas están adoloridas por las consecuencias de su pecado, pero son incapaces de ver su pecado como pecado. Necesitan la presentación clara y directa del evangelio.

Tim Keller. CCEF http://www.ccef.org/puritan-resources-biblical-counseling

Tim Keller is pastor of Redeemer Presbyterian Church in New York City.

This article appeared in The Journal of Pastoral Practice Volume 9, Number 3, 1988.

© 1988, 2010 - The Christian Counseling and Educational Foundation

Meditación del 29 de junio

"Henos aquí por siervos tuyos. Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mi, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Génesis 50:18).


He aquí graficado el carácter del patriarca José como modelo de un hombre compasivo, la ternura y misericordia de este buen hombre hacia aquéllos que le hicieron el mal: "Y José lloró mientras hablaban".

Si hubiese sido hombre de espíritu mundano, habría sido agrio con sus hermanos. Pero verdaderamente los había perdonado de todo corazón y les había dado abundantes pruebas de que la mala conducta de ellos había sido borrada de su memoria. ¿Cómo podemos imaginar que durante los diecisiete años transcurridos desde la llegada a Egipto se hubiera comportado como un hipócrita?

Pero José no atribuyó la desconfianza de ellos a la ingratitud, sino a los temores de la nueva situación en que estaban a consecuencia de la muerte de Jacob.


Si los hubiese visto como ingratos se habría enojado y no se habría fundido en lágrimas como ocurrió. Las suaves pasiones de su alma operaron fuertemente en el corazón de José. La furiosa pasión del enojo no encontró cabida, Josué temía a Dios.

Ahora bien, sus hermanos tampoco eran los mismos hombres fieros y envidiosos de antaño, la aflicción y el miedo los habían humillado hasta el polvo, como bien señala el salmista: "Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos" (Salmo 119:71). Aceptaron el castigo de su iniquidad y se humillaron bajo la poderosa mano de Dios, habían cambiado, ahora son hombres diferentes. Es orgullo lo que nos hace sentir molestos cuando somos puestos por debajo de aquellos que hoy son nuestros iguales.

Procuremos no olvidar que es del Señor bajar al grande y exaltar al de abajo, de acuerdo a su propio placer.


Es notorio el esfuerzo de José para disipar todo pensamiento inquietante en las mentes de sus hermanos, vea su ternura: "Lloró y les respondió: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios" (v.19), Como si dijera "la venganza por el pecado es prerrogativa de Dios, no me pertenece."

José fue un magistrado puesto por Dios para tomar venganza de los que hacen el mal, sin embargo él mismo sabía y practicaba con temor santo que no podía ejecutar venganzas personales contra sus hermanos.


José vivió muchos años antes de que Moisés dijera: "Mía es la venganza, dice el Señor". No obstante sabía que la venganza es de Dios. Porque Dios se revela a los piadosos, les enseña buen sentido y sabiduría a todos los que creen y obedecen sus mandamientos. José no se atrevió a usurpar prerrogativas del Juez de toda la tierra, por su temor santo. Prerrogativas como la venganza, diariamente usurpada por todos y cada uno de los que no tienen espíritu perdonador, ¡cuánto daño hacen a la causa de la verdad y a ellos mismos!

Recuerda, tú y yo somos llamados a ser como Cristo: "A seguir sus pisadas" (1 Pedro 2:21-23).

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

lunes, 28 de junio de 2010

Fábulas

EL AGUILA Y EL LEON

El águila y el león gran conferencia tuvieron,
para arreglar entre sí ciertos puntos de gobierno.

Dio el águila muchas quejas
del murciélago, diciendo:
"¿Hasta cuándo este avechucho
nos ha de traer revueltos?"
"Con mis pájaros se mezcla,
dándose por uno de ellos,
y alega varias razones,
sobre todo la del vuelo.
Mas si se le antoja, dice:
-hocico, y no pico, tengo,
¿Como ave queréis tratarme? Pues cuadrúpedo me vuelvo-."

"Con mis vasallos murmura de los brutos de tu imperio,
y cuando con éstos vive, murmura también de aquéllos".

-Está bien, dijo el león. Yo te juro que en mis reinos no entre más.
"Pues en los míos -respondió el águila-, menos".

Desde entonces, solitario, salir de noche le vemos,
pues ni alados ni patudos
quieren ya tal compañero.
Murciélagos literarios, que hacéis a pluma y a pelo,
si queréis vivir con todos,
miraos en este espejo.

Los que quieren servir a dos partidos, suelen conseguir el desprecio de ambos.
Tomás de Iriarte (1750-1791)

Meditación del 28 de junio

"Quizá nos aborrecerá José, y nos dará todo el mal que le hicimos" (v.15).

La luz de nuestra conciencia dice que debemos ser tratados de acuerdo a nuestras obras. Es común tratar a nuestros semejantes como ellos nos tratan, tan pronto como tenemos el poder para hacerlo.

Nos resulta difícil creer que si actuamos de otra manera no saldremos perjudicados. Lo que sí es cierto es lo siguiente: imposible hacer el mal a otros sin que no nos hagamos mal a nosotros mismos, porque la conciencia es juez estricto. Así que, como medio de preservación a uno mismo, lo más recomendable sería hacer el bien a quienes nos hacen mal.


Era tan grande el peso de la conciencia en los hermanos de José, así como el miedo resultante de la culpa, que no pudieron presentarse cara a cara delante de José y utilizaron mensajeros: "Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte diciendo: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre" (v.16-17).

Los hombres nacieron para ser útiles unos con otros. Miren de cerca lo que han dicho a José: que por mandato de Jacob le hacían esa petición. Parecen dar a entender que incluso Jacob dudaba de la sinceridad e integridad de su piadoso hijo. Algunos estudiosos de la Escritura se inclinan a pensar que Jacob no dejó tal encomienda para después de muerto, sino que las palabras son producto de las conciencias culpables de sus hijos.


La razón para tal conclusión proviene de que estando vivo, habló dos veces con sus hijos respecto de su entierro, para un hombre como él la reconciliación de sus hijos seria mucho más importante que el funeral de su cuerpo mortal. Por tanto las palabras del verso deben considerarse como de sus hijos y no de él.

Se tomaron la libertad de hablar a nombre de su padre. Nadie que conozca la historia debe sorprenderse de su proceder.


Una conciencia culpable empuja los pecadores mucho mas allá de los medios razonables para tranquilizar su alma, porque son víctimas de una fuerte incredulidad mientras están bajo esta penosa situación. El miedo que trae la culpa los hace insatisfechos con todo remedio posible.

Esta misma angustia e insatisfacción hubo en los fariseos: "¿Hasta cuándo nos turbará el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente" (Juan 10:24).

Los sermones y milagros del Señor les fueron insuficientes para creer las verdades dichas, como para los hermanos de José confiar en su sinceridad. Dios nos ayude.

Amen.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

domingo, 27 de junio de 2010

sábado, 26 de junio de 2010

Meditación del 26 de Junio

"Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (Génesis 48:11).


Jacob está ciego, no puede ver ni siquiera a sus propios hijos; aún así su corazón rebosa de gozo y su boca llena de alabanzas para con Dios.


Saboreó la ternura del Señor en el abrazo que dio a sus dos nietos. Atribuye toda su felicidad al favor divino. Un abuelo cualquiera puede gozarse con sus nietos, pero los gozos de esta escena están santificados, son mucho más
dulces, pues se trata no solo de volver a ver sus hijos sino también de ver el favor de Dios en ellos, sentidos y conciencia hicieron fiesta para alegrar el corazón de este buen hombre.


A veces se pueden ver los incrédulos ricos alegrarse con la abundancia de sus bienes y agregan esta vana expresión a su alegría: "Tengo estos bienes gracias a Dios". Quisieran que el Creador celebrara con ellos sus riquezas injustas, cuando en verdad ellos nunca han servido a Dios sino a las riquezas, tienen el gozo de sus posesiones pero no el de sus conciencias. No es un gozo santo sino carnal.

Están seguros que esos bienes injustos no provienen de la bendición del Creador, ya que sus propios corazones les dicen que han vivido de espaldas a Su Palabra.


El gozo santo es fruto de una obediencia por fe, de esperar en Dios como Jacob, aguardando la promesa de herencia eterna. ¡Cuán feliz es la muerte de los santos!


Es probable que el patriarca ignorase de cuál de sus hijos vendría el Mesías, y al ver este cuadro de amor del abuelo hacia sus nietos, uno se pregunta: ¿Por qué Jacob amaba tanto a José? Por varias razones, pero en sentido general es posible que haya sido una razón de fe.

La esposa de su corazón fue Raquel, y el mayor de Raquel fue José, de modo que podemos suponer con buenas razones que Jacob llegase a pensar que de José vendría el Mesías, y tal pensamiento puede acentuarse ahora con todo lo que ha ocurrido pues José ha venido a ser como un salvador.

De ser así, su inclinación por José no fue simple capricho, sino causado por fe en la promesa de Dios de enviar un Redentor a la casa de Israel.


La alegría por causa de la fe del patriarca debe haber sido de inefable gozo: "Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v.11). Este sentido cobra más notoriedad si tenemos en cuenta que el apóstol -cuando se refiere a los héroes de la fe y su vida ejemplar- no menciona la bendición de los otros hijos, sino solo esta: "Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado en el extremo de su bordón" (Hebreos 11:21).


No nos debe ser muy difícil imaginar el gozo de la fe de este buen hombre a la hora de la muerte. Tanto fue su deleite que olvidó por completo que era ciego: "Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v.11). El gozo de la fe nos hace olvidar nuestras debilidades y actuamos como si los impedimentos fuesen eliminados. Ciertamente que la fe en Cristo no conoce de barreras insalvables.

Lo mismo sucedió con Rode cuando Pedro fue milagrosamente liberado de la cárcel: "Y ella de gozo no abrió la puerta" (Hechos 12:13-14).


Doblemos nuestras rodillas en oración y roguemos así: “Señor, auméntanos la fe.”

Amen.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

viernes, 25 de junio de 2010

Meditación del 25 de Junio

"Jesús clamó a gran voz, diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"(Mateo 27:46).


Una esposa sufriría mucho si es abandonada por su marido, porque lo normal es que el marido esté con ella, la consuele y sustente. Para Cristo lo normal fue disfrutar del consuelo y solaz de Dios Padre, por eso gritó con tanta vehemencia: "Dios mío, Dios mío, ¿por que me has desamparado?". El sentido del amor y consuelo del Padre le fue retirado, no se quejó del abandono por sus discípulos sino de que Dios lo dejara, éste fue su mayor dolor.


Por causa de este abandono Cristo sufrió grandemente, no tener el consuelo del Padre es la más grande pérdida posible. Los hombres tan solo pierden una gota de disfrute cuando les falta algo, pero para Cristo fue como un mar de desconsuelo. Mientras mayor el disfrute, mayor el dolor ante la falta o pérdida. Perder la luz de una linterna es poca cosa, perder la luz del sol es una desgracia. Para Cristo, Dios-hombre, su pérdida era mayor que cualquier otra que podamos imaginar. Y a pesar de sus dolores no renunció a su oficio.


Los hijos de Dios tan solo conocen una pequeña porción del amor de Dios derramado en sus corazones, y prefieren perder la vida y todo el mundo que ser separados del Señor. Cristo como Dios-Hombre tenía entendimiento puro, afecciones celestiales y excelentes contemplaciones del amor divino, por tanto cuando fue abandonado por el Padre su dolor no tiene comparación con nada que podamos imaginar. Quienes no conocen su valor, tampoco son sensibles al dolor de tal desamparo.

Las aflicciones de Cristo fueron mucho mayores que las de un creyente. Los dolores del creyente son para prueba o corrección, en cambio los del Señor fueron para dar satisfacción a la justicia divina, recibió en todo su ser la venganza de Dios contra nuestros pecados. Si los hombres buscan venganza, cuánto más Dios contra los seres que han pecado en Su contra. Por nuestras faltas Cristo fue abandonado por un tiempo para luego ser recibido por siempre.


Cristo sufrió en lugar del pecador y todos los dolores del pecado cayeron sobre El. Había una deuda de los transgresores para con Dios y el cobro de tal deuda debía ser saldado en su totalidad. Se requería restitución completa de la suma adeudada, la justicia divina cayó con todo su peso sobre el ser del Señor Jesús en cobro por nuestros pecados.

El peso del pecado cayó todo sobre El: "Mi alma esta muy triste, hasta la muerte."(Mateo 26:38). "Su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra."(Lucas 22:44).


Marcos dice: ".... comenzó a entristecerse y a angustiarse."(Marcos 14:33). Y en otro lugar leemos: "Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente."(
Hebreos 5:7).

Una parte del fuego en el cual nuestro sacrificio fue quemado, al ser Jesucristo crucificado por la voluntad de Dios: "Hecho por nosotros maldición."(Gálatas 3:13).

Tenemos pensamientos muy débiles del pecado y de la ira de Dios que el pecado merece. Cristo tiene otros pensamientos del mal y su castigo.

Cuando Dios viene a tratar con nuestro pecado, nosotros, que no conocemos el poder de la ira de Dios no somos afectado con ella, porque nuestro entendimiento es muy débil con tal ira. Pero cuando el Padre cayó sobre Jesús con toda su fuerza, esto fue propiamente como dice el profeta: "Las aflicciones de su alma."


De aquí aprendemos la grandeza de la obligación que tenemos con Cristo. El fue molido en nuestro lugar. La justicia divina lo decretó así: Hijo, tú debes tomar un cuerpo de hombre y sufrir. La sangre humana debe mancharte, debes ser formado como uno de ellos, sufrir, ser tentado, ser desamparado por Dios Padre, y soportar mi ira. Y he aquí su respuesta: "Entonces dije: He aquí que vengo
oh Dios, para hacer tu voluntad."(Hebreos 10:7).


!Oh cuán amante Salvador es el Señor Jesucristo! Cualquier queja, murmuración o impaciencia ante la aflicción que nos haya puesto el Señor, es signo de que no tenemos el debido sentido de los sufrimientos de Cristo y que valoramos y amamos muy poco lo que El padeció en nuestro lugar.

No es un asunto fácil reconciliar los pecadores con Dios. Costó a Cristo un mar de dolores y aflicciones, el terrible peso de la ira del Creador con todas sus fuerzas sobre El. Somos excesivamente descuidados con la salvación de nuestras almas, algo que para Cristo fue muy difícil, duro y doloroso: salvarnos del dominio del pecado y llevarnos a tener comunión con Dios.

Hagamos nuestra la exhortación apostólica: "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor".

Amen.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

jueves, 24 de junio de 2010

Meditación del 24 de Junio

"Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua" (Juan 18:28).


Es evidente que los judíos no pudieron llevar un hombre a una muerte oficial, les fue necesario acudir a la mano de otra nación. Fueron merecedores de sufrir el yugo del imperio romano: abandonaron a Dios. Fue justo que la providencia los pusiese bajo la esclavitud de Roma.

El desenlace de la historia sugiere estaban gustosos de matar con mano ajena. Irónicamente, a quienes les fue confiado el rebaño de Israel, ahora llevan uno de su propio pueblo al tribunal de Pilato: “llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio” (v.28). La sentencia condenatoria fue de ellos, la mano del verdugo la de Pilato. Cuando los hombres dejan el yugo divino, caen en contradicción y locura que ni ellos mismos logran darse cuenta; en oscuridad total.


“Llevaron a Jesús de casa de
Caifás al pretorio. Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. Entonces salió Pilato a ellos, y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?” (v.28-29). Llevarlo al pretorio significa llevarlo al juez o tribunal. Fue la mañana del viernes ya que la Pascua era esa tarde. No querían contaminarse.

Judíos cuidadosos de cumplir la pascua pero descuidados con su corazón. No les tembló el pulso colgar a un inocente. Eso es lo que llamaríamos andar en tinieblas.

Pilato fue más cuidadoso que ellos, note: “¿Qué acusación traéis contra este hombre?”. Esto es, ¿qué pasó aquí? Establecer los hechos antes de pasar juicio.

Ningún hombre debiera ser condenado sin oírlo primero.

Estaban tan acostumbrados a que sus opiniones fuesen ley que procuraron una sentencia rápida por simple acusación sin fundamento, nótese: “Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado” (v.30). Que Pilato lo matara por simple opinión. Un impío con más sentido de justicia que religiosos. Como si hubiesen dicho: Ya lo juzgamos, sólo resta que tú lo mates.


Caifás y Pilato cambiaron de oficio, el impío habla de la ley y justicia, algo que el maestro de Israel debió haber hecho.

Caifás insinuaba: somos hombres religiosos, honestos, de buena fama, debe serte suficiente para confiar en nuestro juicio y matar a este hombre. Fabricaron un expediente.

Pero Pilato los conocía bien, de ahí su pregunta, que además implica su desconfianza hacia ellos, sospechaba de su supuesta buena intención. La historia revela que fueron monstruos de malicia e injusticia. No era cierto que hicieron un juicio justo e imparcial. Sin embargo afirman haberlo hecho y así colgar al inocente.

No les pesaba la sangre ajena, estaban tan acostumbrados a ver todo por el espejo del egoísmo, que matar al justo les fue como masticar chicle.

El ministro Hall señala que sus palabras debían ser "si nosotros no fuésemos malhechores, no te hubiésemos entregado al inocente".

Hombres maliciosos y soberbios, una ofensa en su imaginación les era suficiente para matar. Su egoísmo fue tan lejos que vieron ofensas y crímenes donde no existían. Pretendían que Pilato lo condenara sin oírlo.

Como si sus propias conciencias testificaran que Pilato era más justo que ellos.

Dios nos ayude a ser librados de tan densa oscuridad.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org