miércoles, 7 de abril de 2010

Meditación del 7 de Abril

"Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se restaurará, y serás limpio" (2 Reyes 5:10).


La sencilla dirección que Eliseo le dio por medio del mensajero encierra una gran verdad: que cuando Dios hace un favor lo hace completo, no sólo para sanar la lepra de
Naamán sino que también modificó su mente mundana, lo humilló para salvarlo.


Eliseo le dio una simple dirección con su correspondiente promesa, sin ninguna formalidad. Nótense que ni siquiera salió a la puerta para recibirle sino que le mandó un mensajero. El propósito de la dirección no fue tanto un medio de cura sino más bien como signo de curación y prueba de su obediencia. Porque el baño frío pudiera ser dañino para los que tienen lepra, pero hay una enseñanza en esto y es que quienes esperan ser ayudados por Dios deben hacer lo que El les mande.


¿Por qué Eliseo le envió un mensajero? Por un lado, porque Eliseo se había recluído para orar por la curación y nada debía apartarle de ese santo deber; y por otro, porque sabía que
Naamán era un hombre inmundo a causa de su lepra y además orgulloso.

Para curarlo era necesario enseñarle que delante de Dios todos los hombres están al mismo nivel, que la posición social es una ventaja con las criaturas pero no para con el Creador. Solamente la humildad es ventaja para con Dios.

Naamán se disgustó con la manera que Eliseo le trató porque no fue como él esperaba, y de esta forma salió a luz el orgullo de su corazón, el valor que el individuo tenía de sí mismo.

Cuán irracional es la soberbia: el sirio ha venido considerando a Eliseo como el único médico que puede sanarle y debido a que el asunto fue diferente a como pensó, entonces se enoja contra su sanador.

El orgullo le perturbó la mente, fue confundido en sí mismo por la manera en que se le trató lo cual resultó en perjuicio, ya que perdió u olvidó la esencia del viaje, buscar el remedio de su mal: “Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra" (v.11).


Dos cosas disgustaron al general. Primero, que el profeta despreció su persona al enviarle su sirviente y no vino él mismo, el hombre tenía un alto concepto de sí mismo. Segundo, que Eliseo también debía pensar igual; le pareció que lo espiritual era como se es en este mundo.

Hoy día muchos tienen la misma mente que Naamán. Su imaginación vuela tan alto, que se fascinan con ellos mismos.

El individuo no se preguntó si el método prescrito le curaría o no, sino que su pasión carnal se levantó porque no se había hecho como pensaba. Oremos a Dios, que nos libre de semejante arrogancia. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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