martes, 13 de abril de 2010

Meditación del 13 de Abril

“Nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos” (Efesios 1:4).


Santificación y fe no son causas sino medios de elección. El verso no dice "porque éramos santos", sino para que pudiésemos serlo. Vienen a ser miembros de la Iglesia de Cristo aquellos a quienes Dios llama para salvación: “Y creyeron cuantos estaban designados para la vida eterna” (
Hechos 13:48).

Todos y cada uno de los santificados por el Espíritu y que creen la verdad pertenecen a los elegidos de Dios. La elección es un secreto de Dios, se puede conocer por los frutos en quienes creen.


La
gracia de la santificación no es tanto profesión visible de dedicación a Dios sino más bien un acto interno, del corazón, y una manifestación de real cambio en la vida. Mire este texto: “Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios” (1Corintios 6:11). Fueron perdonados mediante la fe en Jesús y santificados, se vio un cambio real de abandonar el pecado y amar la verdad.

Si usted es capaz de ver esto en su vida, entonces tiene buena evidencia de ser una nueva criatura.

La santificación por el Espíritu será conocida en nosotros no tanto por una vida de externa dedicación al Señor, lo cual está incluido, sino más bien por una inclinación interna hacia Dios y el cielo, viviendo una vida de acuerdo a eso.

Significa creer el evangelio. Se trata de una fe viva, no muerta.

¿Qué es una fe muerta? El apóstol dice así: “No creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”. Recibieron el evangelio pero su deleite y complacencia eran las cosas del mundo, esto es fe muerta, característica de los seguidores del Anticristo.

De modo que un simple aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador que no se acompaña de santificación del Espíritu no salva. Estas gracias van juntas, son inseparables.

El evangelio debe ser oído con la cabeza, sentido en el corazón y visto en la voluntad, entonces podremos decir que ciertamente allí entró la verdad. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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