"Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser más mi mayordomo" (Lucas 16:1).
Mire usted que el siervo infiel recibió ciertas palabras de parte de su amo: fue enterado que su tiempo de servicio con el amo había terminado.
¿Cuál fue su reacción? Enseguida actuó en base al conocimiento recibido, practicó lo aprendido, y se dijo a sí mismo: "Ya sé lo que haré para cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas" (v.4).
Es en ese sentido que Cristo elogia la sabiduría del siervo injusto porque actuó en base al conocimiento que tuvo de su estado futuro: "Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz" (v.8).
Mero conocimiento sin práctica es como gas sin llama: no produce fuego ni podemos cocinar el alimento que ha de nutrir nuestras almas hacia la madurez espiritual, para enfrentar con fuerza y éxito todas las adversidades que podamos conocer en el futuro.
El siervo injusto se preparó para no ser vencido por lo que le esperaba, y en ese sentido es digno de elogio.
El siervo injusto se empleó a fondo para seguir teniendo sustento después que lo despidieran de su mayordomía. El amo elogió al siervo por su sabiduría pues supo cómo beneficiarse a sí mismo, cómo mejorar su situación presente, y cómo proveer para su futuro. Su caso es como la hormiga que prepara la comida del invierno en el verano, de modo que cuando el alimento escasee ella no pase necesidad. El hombre no fue elogiado por haber engañado sino porque actuó sabiamente para sí mismo.
Acentuando la explicación, “Si sabéis estas cosas, bienaventurado seréis si las hicieres" (Juan 13:17). Nuestro Salvador sentencia con toda solemnidad y reverencia que la felicidad presente y futura es fruto de la obediencia.
Repetimos: el siervo injusto fue obediente a lo que conocía de cómo asegurar su futuro, en este sentido fue sabio.
Aunque es una gran ventaja saber nuestro deber, nos quedaremos cortos de la verdadera felicidad si no lo hacemos. Esa es la esencia de la verdadera humildad delante de Dios, hacer todo aquello que entendemos es Su voluntad. Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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