"Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová" (1Samuel 2:12).
Elí fue sumo sacerdote y juez en Israel, un buen hombre, y no se duda que haya educado sus hijos, dándoles buenas instrucciones, buenos ejemplos y orado por ellos. Los hijos sabían que hay un sólo Dios, tenían en sus mentes el conocimiento de cuál es Su voluntad, además de que eran sacerdotes y por eso no podían ser totalmente ignorantes. Pero no fueron hombres sabios sino rebeldes, no aplicaron el conocimiento que tenían sobre sus vidas.
Lo que alguien conozca de la voluntad de Cristo sin la debida práctica, es como si no lo conociera: "El impío no entiende sabiduría" (Proverbios 29:7).
Lo mismo hicieron los fariseos en tiempo de los apóstoles pues Pablo les dice: "Que tienes en la ley la forma del conocimiento y de la verdad" (Romanos 2:20).
El conocimiento sin práctica no es conocimiento delante de Dios sino tan sólo forma de conocimiento. Es como el fuego pintado: ni ilumina ni calienta.
En una sana teología no se puede conocer más que lo que se practica.
Hay personas que tienen la forma del cristianismo en lo externo pero no el poder de la fe en sus corazones. La sana doctrina no es sólo conocimiento fiel de la Biblia sino sobre todo su práctica; así se lo hace saber Pablo a Tito: “Pero habla tú lo que está de acuerdo con la sana doctrina; que los hombres mayores sean sobrios, serios y prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la perseverancia” (Tito 2:1-2). La sana doctrina es luz y calor. Mueve la voluntad.
Las Escrituras usan una figura para referirse al Espíritu de Dios, muy apropiada a nuestra meditación de hoy, esa figura es como una llama de fuego (Hechos 2:3). Entiéndase que el conocimiento es el gas o aceite, y el Espíritu es la llama, esa llama sólo vive sobre el conocimiento práctico.
Tú eres siervo del Creador, habrá un día en que serás llamado a dar cuenta de tu servicio; reflexiona y esfuérzate en mejorar tu servicio a Dios.
Aprovecha todas las oportunidades para hacer bien a tu alma y a la de los demás. Amén.
P.Oscar Arcoha, www.ibgracia.org
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