martes, 6 de abril de 2010

Meditación del 6 de Abril

"Naamán descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio." (2 Reyes 5:14).


La palabra del varón de Dios fue de reprensión, o que la reprensión fue el medio para humillarse. Esto es, que la cura fue manifiesta tan pronto el sirio utilizó los medios que y cómo se le habían indicado.

Casi siempre es así: segundos pensamientos son mejores que primeros, pues Naamán cedió finalmente a la insinuación de esos segundos pensamientos e hizo el experimento y fue sanado.


Cuán consoladora y estimulante es esta historia desde el punto de vista de la misericordia de Dios, porque el Señor honró Su palabra dada por medio del profeta a pesar de la incredulidad de Naamán: "Su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio" (v. 14). Viene a nuestra mente lo dicho por el salmista: "Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; porque has engrandecido tu nombre y tu palabra sobre todas las cosas" (Salmo 138:2). Cuán agradable y consolador saber que Dios es fiel a Su Palabra y a Sus promesas a pesar de nuestras debilidades e infidelidad.


Por tanto, aunque los medios bíblicos te parezcan no tener conexión con el fin, Dios los ha unido para ese fin, no los menosprecies.

El Señor había resuelto curar y salvar a Naamán pero el sirio quiso escoger otro camino más de acuerdo a su imaginación y concepto. Escucha: aunque el consejo del Redentor te parezca extraño, escoge el Suyo y no el tuyo para que te vaya bien. Cristo le puso lodo en los ojos a un ciego para curarlo (Juan 9:6-7), algo extraño a nuestra razón, pero el ciego fue obediente cuando se le dijo ve y lávate en el estanque de Siloé y sus ojos le fueron abiertos.


Haz tú lo mismo. Aunque el Evangelio te parezca contrario a tus deseos mundanos, sométete a Dios y te irá bien. Dios te hará el bien, pero eso no anula que tú debes obedecer, las dos cosas van juntas. Asunto muy claro en este ejemplo de la curación de Naamán.

Observamos lo mismo en Pedro, quien se sometió a ser lavado aunque no podía ver los beneficios: “Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después” (Juan 3:6-7). Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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