jueves, 22 de abril de 2010

Meditación del 22 de Abril

“Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmos 37:4).


El salmo es muy apropiado a nuestra presente peregrinación, es decir las circunstancias por las que atraviesa la Iglesia de Cristo. A veces, el bienestar visto en impíos agobia al creyente e inclina a impaciencia y al deseo de correr con los incrédulos en su desenfreno con apariencia de felicidad. Óigalo: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad… Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo… Los impíos desenvainan espada y
entesan su arco, para derribar al pobre y al menesteroso, para matar a los de recto proceder” (v1,7-8,14).

No sólo asaltados por codicias que enferman sino también físicamente atacados por hombres malvados. Éste cuadro produce una mezcla de amargos y ahogantes sentimientos, nótese: “impaciencia… envidia… enojo… excitación hacer lo malo”.

En otras palabras, es usual que un alma sea debilitada con esa visión. La situación de los creyentes en tal situación le enferma, oprime, desconcierta. Los virus que enferman el alma creyente suelen entrar por los ojos. A esto se llamaría contagio visual.


Allí el escritor divino trae el remedio: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (v4). La solución ofrecida es una medicina que quite el descontento, mandando al afligido a examinar sus sentimientos y codicia por cosas inferiores y que compare con lo que tiene en Cristo, o que voltee su alma en otra dirección superior.

Deleitarse en Dios es un mandato a los que son de la fe en Jesús. Oremos así: Señor, enséñame a deleitarme en ti. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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