(Isaías 11:4) La importancia de la mansedumbre es vital: quienes sean mansos serán defendidos por Dios mismo, cuando juzgue la tierra (Salmo 76:9). En consecuencia, los mansos son los únicos que heredarán la tierra (Salmo 37:11; Mateo 5:4).
Pero, ¿qué es la mansedumbre?
La Biblia no define directamente esta característica pero podemos saber cómo es un hombre o una mujer mansa y deducir lo que tienen en común:
(Números 12:3, 13) No responden mal por mal
(Mateo 11:29) Son mansos desde el corazón hacia afuera
(Salmo 25:9) Son humildes (no se creen más grandes de lo que realmente son)
(Salmo 34:2) Se alegran cuando oyen que alguien se deleita en Dios
(Gálatas 6:1) Corrigen siempre que tienen que hacerlo, y lo hacen con y en amor
Además, podemos ver qué efectos produce la mansedumbre a su alrededor:
(Eclesiastés 10:4) Detiene las grandes ofensas, incluso las que vienen de gente importante
(Sofonías 2:2) Libra del juicio de Dios
(Gálatas 6:1) Pertenece a personas que son espirituales (de los verdaderos hijos de Dios)
(Tito 3:2) El manso no anda hablando mal de otros, ni buscando pleitos; la mansedumbre es la esencia de la amabilidad
(Santiago 1:21) Permite recibir la palabra de Dios
(Santiago 3:13) Es la muestra de que una persona es sabia delante de Dios
(1Pedro 3:15) Caracteriza a la verdadera defensa del Evangelio
Tomando todo el conjunto, podemos decir que la mansedumbre es la característica del hijo de Dios que le hace ser humilde, recordando quién es él delante de Dios. En consecuencia, le lleva a tratar a los demás amablemente, en amor y respeto, en todo momento.
En otras palabras, la mansedumbre es el amor de Dios vivido en la manera en que uno piensa de sí mismo y de los demás.
Ahora bien, para poder existir en un corazón, la mansedumbre necesita también que en ese mismo corazón existan la templanza y la paciencia.
Persio David.
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