miércoles, 28 de abril de 2010

Meditación del 28 de Abril

"El malo se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso, y desprecia a Jehová." (Salmos 10:3).


Hay pecados que al impío le avergüenza que otros descubran, pero con la codicia no sucede así, más aun, cuando otros males decaen la codicia crece en ellos.

Mira el énfasis que hace Cristo con relación a esta plaga: "Y les dijo: Mirad, guardaos de toda codicia" (Lucas 12:15). Dice: "Mirad, guardaos" porque contra este pecado hay que tener doble guarda; muchos otros pecados se descubren con facilidad pero éste se trata de un pecado secreto que constantemente obra contra el alma, y la realidad es que siempre nos quedaremos cortos para notar la profundidad de su maldad.


La codicia destruye el principio que actúa en nosotros para llevarnos a la obediencia cristiana: "Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él" (1
Juan 2:5). La fe actúa por el amor a Dios y si no hay amor entonces no se podrá servir al Señor.

Así como el imán atrae al hierro la codicia atrae tentaciones: "Porque los que desean enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas pasiones insensatas y dañinas que hunden a los hombres en ruina y perdición" (1Timoteo 6:9-10).

Impide recibir el bien del alma, en particular las verdades que pueden reformar nuestras vidas. Nos llena de prejuicios contra aquello que ni siquiera Dios ha hablado y que tiene que ver con la vida en el otro mundo, mire cómo lo prueba este texto: "Los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas y se burlaban de él" (Lucas 16:14). Si este mal tapa el oído a la verdad, con mucha más razón es un estorbo a la obediencia.


¿Cómo determinar si uno es culpable de ser codicioso?

Para contestar es necesario establecer primero que esta enfermedad del alma es hereditaria, mucho más común de lo que uno pueda imaginar: "Desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia" (Jeremías 6:13).

Más en lo particular, puede descubrirse por el temperamento de los pensamientos: "El avaro maquina pensamientos para enredar. Más el generoso pensará generosidades" (Isaías 32:7-8). Las deliberaciones y debates del alma revelan su carácter.

Inclina, pues, tu alma a la generosidad, no tanto acumular o desear sólo para ti. Que el espejo de tus deliberaciones no sea egoísmo sino favorecer al prójimo con tus bienes. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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