sábado, 24 de abril de 2010

Meditación del 24 de Abril

“Los caminos de la sabiduría son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz. Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano, y bienaventurados son los que la retienen” (Proverbios 3:17).


Al leer este verso notamos que fue escrito por un alma con fe verdadera, la Palabra de Dios no sólo es racional, lógica, de alta intelectualidad, también la recibe con gusto, es leche con sabor agradable: la dicha o deleite no es por simple oír sino para los que son capaces de retener la verdad, y es retenida en un corazón donde haya suelo de fe o confianza en Dios, la senda de la sabiduría divina.


Son los creyentes quienes en alguna medida pueden entender a Pablo cuando en ardiente pasión dice: “Ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Filipenses 3:8). Y agrega: “A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento… A éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida” (2Corintios 2:14,16).

Tal como el perfume es deleitoso, agradable, vivificante, así es la Palabra de Dios en aquellos que aman a Cristo. Es Palabra con vida en sí misma, y da vida a quienes la reciben con fe. Para resumir: que una revelación de Dios con claridad y seguridad al alma no puede sino ser altamente deleitosa. El conocimiento de Dios produce deleite en el corazón del hombre o mujer creyente.


Esta iluminación o revelación divina posee siempre estos cuatro particulares: Por su asunto, manera, vigor y tendencia. El
asunto revelado es Dios mismo a un corazón en fe. Le dice en esa iluminación que es Su expresa voluntad, que en Cristo el quiere ser nuestro Dios, lo cual genera y alimenta el deleite. La manera, con claridad y seguridad, produciendo en el corazón y voluntad la certeza que es nuestro deber recibirla. El vigor que le acompaña es fuerte, sentido, vital, es luz dulce, agradable como no hay otra. Y por último su tendencia, llevar el alma a unión con Cristo.

Es una luz de tanto poder que no sólo guía nuestros pasos con deleite, sino que además sirve para alumbrar y perfumar a otros. Amén.

P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org

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