“Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 16:8).
La idea aquí es que Dios comunica una revelación de Sí mismo al creyente, que lo satisface y lo deleita.
Cuando el deseo de un hombre está sintonizado sólo en Dios, lo único que le llena es conocerle aún más. La revelación divina en el corazón de todo buen hombre satisface el alma, llena el corazón, basta o es suficiente. Y en otro lugar el profeta lo escribe así: “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová” (Oseas 6:3).
La declaración del profeta denota entusiasmo, inicio deleitoso, la entrada al deleite inicia con una iluminación del cielo. La ausencia de luz perturba, impide ver la entrada a la fiesta, pero si el lugar está debidamente iluminado el corazón se alegra de lo cercano de la fiesta, nótese: “conoceremos, y proseguiremos”.
Luz o conocer es previo al entusiasmo. Cuando Dios comienza a mostrar misericordia, seguirá, y nos meterá dentro de su habitación de deleite. Recordemos que nuestro personaje habitaba en época de oscuridad, y al ver la aparente felicidad de los impíos, sus sentimientos experimentaron: “impaciencia… envidia… enojo… excitación hacer lo malo” (Salmo 37).
El remedio para un tiempo como el que nos ha tocado vivir es deleitarnos en Dios. Inicia con una entrada de luz. El conocimiento de Dios produce gozo, alegría o deleite en el corazón del hombre o mujer creyente. El Señor Jesús lo dice maravillosamente: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Vida es equivalente de gozo, alegría o deleite. El sentido de nuestro verso es paralelo al del salmista: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, para inquirir en su templo” (Salmo 27:4).
Es un dictado de nuestra naturaleza conocer cada vez más del original de donde venimos, o conocer más al Creador. El asunto es conocer al Señor y sus tratos con nosotros de manera más clara y distintiva. Quien mejor conoce un marido es su propia mujer. Y si ella está en peligro, con oír los pasos del marido o protector, siente seguridad, crece en ella un claro sentido de preservación, y esto le da gozo o deleite, conlleva sentido de confianza al corazón. Sea pues nuestra oración: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 16:8). Amén.
P.Oscar Arocha, www.ibgracia.org
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