Si queremos pensar correctamente, hemos de renovar nuestra mente.
Cuando la mente está renovada, no nos debieran preocupar las cosas del mundo sino la voluntad de Dios, la cual nos cambia.
La conversión implica renovación total.
Ahora bien, no basta tener una mente renovada sino tener también la mente de Cristo. Es decir, a medida que se estudian las enseñanzas y el ejemplo de Jesús y conscientemente ponemos nuestra mente bajo el yugo de su autoridad, comenzamos a pensar como El pensaba.
Su mente se forma gradualmente en nosotros por el Espíritu Santo, quien es el Espíritu de Cristo.
John Stott.
Issues Facing Christians Today, pp58.
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