sábado, 7 de agosto de 2010

Meditación del 7 de Agosto

"Y cuando la reina de Saba vio toda la sabiduría de Salomón...Se quedo asombrada" (1 Reyes 10:4-5).


La reina había hecho un largo y peligroso viaje pero llegada a su destino y oír al rey no se arrepintió de todo el esfuerzo y trabajo que le costó llegar, y cuando vió la sabiduría de Salomón aplicada en la vida de la casa del rey y de la casa de Jehová, todo su ser se afectó y quedó literalmente desconcertada con agrado.

La multitud de los asistentes e invitados a la mesa, la colocación de los asientos, cada uno en su lugar, el servicio de los criados, la adoración, la solemnidad y el servicio de los ministros en el Templo, todo fue causa de asombro.

Pero la última mención es como la corona de la descripción: la piedad o la expresión de amor del rey a la adoración del Señor: "Y sus holocaustos que ofrecía en la casa de Jehová" (v.5). Hay que suponer que la mayor impresión de la reina fue sobre su conciencia religiosa, en especial cuando observó el fervor del rey y su pueblo en la adoración pública a Dios, ella nunca había visto tanta bondad sabiamente mezclada con tanta grandeza.

Lo normal y corriente en Saba -la mente natural- es que los hombres grandes y entendidos se dediquen por entero a cultivar el agrado de las criaturas, a progresar en las cosas de este mundo, es muy raro que se entreguen adorar al Creador.

Es muy raro que los hombres grandes tengan buen corazón: "Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" (Marcos 10:33). Aquí fue diferente y todo el cuadro sorprendió gratamente, el espíritu de la reina desmayó, quedó asombrada, nunca había visto algo semejante, sus ojos no se habían posado sobre tantas maravillas. La hermosura del lugar le derritió el corazón.

"Y dijo al rey: Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría (v. 6-7). Reconoce lo corta que se había quedado de la realidad. Las cosas famosas de este mundo impresionan mucho nuestra imaginación, pero cuando las conocemos, cuando nos adentramos en conocimiento más íntimo, aparece la frustración porque es frecuente que nuestra imaginación vuele mas allá de la realidad. Pero aquí tenemos un cuadro contrario a esa común experiencia, la imaginación quedó corta ante la verdad. La verdad de Dios excedió la imaginación y fantasía de la reina.


Así también sucede en la mente del incrédulo respecto a la sabiduría divina. Tienen buenos afectos hacia el Evangelio, les gusta, algún día les gustaría ser Cristianos, pero cuando por gracia son en verdad llevados a la experiencia de los deleites de la comunión con Dios, dirán que lo contado no es ni siquiera la mitad de la verdad. Cuando esto suceda dirán como el mismo Salomón: "Todo lo que puedes desear, no se puede comparar con ella" (Proverbios 3:13-18).


También los creyentes necesitamos ser consolados por el principio encerrado en este pasaje, porque al ser glorificados en la venida de Cristo, dirán que el reporte dado acerca del cielo era verdad, pero que tan solo le dijeron una billonésima parte: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1
Corintios 2:9).


La reina pronunció bendición: "Bienaventurado tus hombres, dichosos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu sabiduría" (v.8), como si dijera que podían mejorar su sabiduría oyendo al rey. Ella lo congratuló, pero también tuvo envidia inocente de sus criados, deseando ser como uno de ellos. Hubiese querido estar todo el día bajo la luz de esos excelentes conocimientos.

En tiempo presente sería como bendecir a todos aquellos que están de continuo bajo el ministerio de las enseñanzas fieles del Evangelio glorioso de Cristo.


La reina de Saba tenía las mismas facultades racionales que Salomón, la diferencia entre uno y otro fue la bendición de Dios, la luz del saber del Creador. Los árboles poseen todos los elementos para crecer y dar frutos pero si no llega la luz del sol es como si no tuvieran nada.

Para ser sabios se necesita la luz del Sol de los justos el cual es Cristo, pídele pues a El:

"Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada" (Santiago 1:5). La sabiduría debe ser buscada y pedida al Señor.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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