martes, 3 de agosto de 2010

Meditación del 3 de Agosto

"Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo" (Salmo 27:4).


Es un asunto de naturaleza obligada que el corazón se derrame en alabanzas después de una victoria; el gozo del que conquista es como el vientre de la mujer encinta, que no puede permanecer oculto. Y he aquí la prueba en la dulce experiencia de David, había experimentado la bondad de Dios en su propia vida al vencer la adversidad que tuvo,y a seguidas su alma exclama un canto de liberación.


En la primera parte este salmo muestra varias cosas: consuelo, firmeza o determinación y cuidado.

CONSUELO

Ha dicho en el inicio: "Jehová es mi luz, mi salvación y la fortaleza de mi vida" (v.1). David procura presentar a Dios de la manera más atractiva y dulce para el alma: luz, salvación y fortaleza, en contraste con tres miserias propias de todos los mortales: ignorancia, peligro y debilidad.

Es notorio lo útil de la fe cuando se tiene a Dios como la protección contra cualquier maldad que pueda presentarse. Es lo que llamaríamos "una santa confianza", "un santo atrevimiento". "La fe nos acerca a Dios y cuando la fe es correctamente ejercitada nuestros enemigos desaparecen", "tropezaron y cayeron". (v.2).


FIRMEZA O DETERMINACION

"Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón", (v.3). Pone el caso del mayor peligro, todo un ejército contra él. "La buena experiencia engendra esperanza". El coraje de David no está apoyado sobre sí mismo sino sobre Dios, su fe se levantó como fuego de entre las cenizas o como un hombre salido por el poder de Dios de entre el polvo de la tierra.

Porque cuando un hombre ve a Dios en Su grandeza y poder mediante espíritu de fe, todas las cosas por debajo con como nada. El mundo nos está siendo atractivo en razón de que veamos poco a Cristo con ojos de fe.


CUIDADO 0 INTERES

David había pasado por la amarga situación de verse atrapado y confundido ante la enormidad de su enemigo, pero fue librado, y en consecuencia expresa todo su interés con estas palabras: "Una cosa he demandado a Jehová, y esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida".

Había saboreado la dulce bondad del Señor. Es como si hubiera resuelto no descansar hasta conseguir el interés de su alma: "Para contemplar la hermosura de Jehová: esta es la corona de todos sus deseos, no para curiosear, ni para especular, sino para sentarse a deleitar su alma en la sublime contemplación de ver la fuente de toda hermosura interna del Señor.

Pero también: "Para inquirir en su templo" Que pueda inquirir, averigüar, conocer más y más, y aún más de Dios. Porque hay un océano sin fondo de excelencias divinas en la presencia del Señor, y mientras más conocemos, más buscamos y queremos.


El Espíritu de Dios en los corazones de sus hijos es efectivo para levantar santos deseos. No hay nada que defina la vida o realidad de un
Cristiano como sus deseos. Todo lo demás puede ser un engaño, pero los deseos son un reflejo fiel de lo que hay en el corazón. Las palabras y las obras pueden no ser una marca fiel pero los deseos son el primer fruto del alma. Los pensamientos son las palabras del corazón, pero los deseos definen la calidad moral de los pensamientos. De acuerdo al pulso de los deseos así es el temperamento de un hombre.
Una persona puede hablar bien, o hacer una buena obra, pero no desearlo ni amarlo. Puede abstenerse de malas acciones, sin odiarlas.

El hombre sabio define y prueba esta certeza con un proverbio: "Como en el agua el rostro corresponde al rostro, así el corazón del hombre al del hombre" (Proverbios 27:19). Lo que sucede dentro de nuestro hombre interior define la naturaleza moral que poseemos. Vea como el Espíritu de Dios que mora en Sus hijos produjo en el salmista deseos de amor al Creador porque su corazón no era ya el corazón natural de piedra, sino el nuevo corazón de carne o que había nacido de nuevo desde lo alto.


Los deseos de toda criatura serán de acuerdo a su constitución o naturaleza: "Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del espíritu, en las cosas del espíritu" (
Romanos 8:5).

Las aspiraciones son claro indicativo de qué está hecho un hombre. Las personas terrenales tendrán como mayor aspiración abundancia de las cosas de este mundo. Los espirituales se inclinarán hacia su propia fuente, las cosas que son de Dios.

El Espíritu de Dios que mora en los cristianos produce santos deseos o aspiraciones espirituales.

Que nuestra oración sea tal cual David:

"Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo" (Salmo 27:4).

Amén.

P.Oscar Arocha; ibgracia.org

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