sábado, 28 de agosto de 2010

Meditación del 28 de Agosto

"Porque la apariencia de este mundo se pasa" (1 Corintios 7:29-30)


Nuestro tiempo aquí es breve, hemos de apremiar nuestro paso en el camino al cielo, como escribe el apóstol a los Corintios. Es ese sentir lo que nos hará indiferentes hacia las cosas de este mundo, a desprendernos de lo material.

Cuando la idea de la muerte nace en la mente de un ser humano, no hay nada en esta tierra que pueda apagar esos pensamientos. Ninguna invitación, por sublime que sea, ni noble compañía, ni deleites diversos en este mundo puede apagar los pensamientos de la realidad de la muerte cuando tales pensamientos comienzan a crecer en el hombre. Nada de lo creado satisface. Nada puede silenciar la sirena o la alarma de la muerte, ni el sueño. Mientras el hombre camina por calles pequeñas en su camino al fin de la vida, nada lo perturba, pero cuando cae en el camino principal, en la recta final, hasta el sueño se ausenta. Es imposible silenciar la idea de la propia mortalidad.


No debiéramos olvidar nuestra última morada, toda habitación sobre esta tierra es momentánea, por lo que es obligado prestar la debida atención, con seriedad, al hogar permanente, toda compañía será dejada atrás para ese día.

Los pensamientos acerca de la seguridad de la muerte traen doble beneficio. Por un lado previenen de hacer el mal y por otro conducen a obtener el bien. Pensamientos constantes acerca de la muerte producen temor que sensibiliza la conciencia, el corazón se ablanda de tal modo que nos amarra a la buena conducta, el hombre en ese estado quiere salir de este mundo no teniendo deudas pendientes y esto lo guía al buen hacer.

Pero cuando no hay sentido de la muerte la mente se endurece de tal modo que el hombre se cree que nunca va a morir, comete hechos malos pensando que podrá salirse con la suya, niegan toda regla y no respetan leyes. Pero cuando el sentido del fin se acerca hacen esfuerzos por hacer el bien, por ganar lo que no habían hecho antes "Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas" (Lucas 16:4). Nótese cómo la idea de perderlo todo le hizo cambiar de conducta. Igual hizo Job, a quien la idea de tener que dar cuenta a Dios como Juez moderó sus hechos: "¿Qué haría yo cuando Dios se levantase?" (Job 31:13-14).


La idea de mortalidad es interesante: cuando el hombre la ve lejos se pervierte, se contamina. En la parábola de los talentos podemos verlo: "A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos" (Mateo 25:15). Conocí un hombre perverso y degenerado en extremo, a quien una mortal enfermedad lo obligó a buscar refugio en Cristo. Los pensamientos de muerte eran tan fuertes que lo hicieron recluirse totalmente y abandonó por completo sus antiguas y malas compañías.


Cuando la idea de la muerte está ausente los hombres se comportan como prostitutas, quienes se alborotan al sentir que el marido no está. Salomón dice: "Porque el marido no está en casa; se ha ido a un largo viaje." (Proverbios 7:19). Así como la presencia del marido previene a estas malas mujeres de infidelidad, pensamientos sobre la muerte libran de peligro pues tales ideas hacen poner guarda al corazón; ideas de mortalidad producen ternura en el alma.


Pero pensamientos de mortalidad no solo previenen de mal sino también estimulan al bien.

¿Cómo? Porque hacen al hombre cuidadoso de su deber.

Un empleado bajo observación de su patrón laborará con esmero. En el camino de la fe significa industriosos de su vocación, cuidarse de lo que hace "Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias" (2 Corintios 5:11).

Pablo dice: siendo apóstol, me esmero en mí deber de apóstol. Tales fueron sus palabras persuadido de la cercanía de la muerte: quiero que me encuentre en mi debido lugar, tranquilo en mi casa, confiando en Dios.

Además empujan a ser cuidadosos de su oficio, deber o vocación, hace a los hombres ser más útiles a los demás, más celosos de su obra: "Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación" (2 Pedro 1:13). Pedro se esfuerza en recordarles aquellas cosas que habían aprendido. Es una de las razones para que la predicación del Evangelio casi siempre se acompañe de temor a la muerte.


Por otro lado, pensamientos de mortalidad harán a un hombre paciente en medio de las duras adversidades que se presenten. Preservan del desespero e incluso acrecientan la gentileza: "Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca" (Filipenses 4:5).
Tales asuntos nos mantienen quietos ante la provocación, y aquietarán en el desconsuelo.

Si un hombre sabe que va a morir, tratará de poner todo en orden antes de su partida, es como si supiera que va a recibir invitados, se prepara primero y luego se sienta a esperar la llegada del invitado.

De modo que es buena cosa pensar a menudo sobre la certeza de la muerte, pues nos ablanda el corazón, aumenta la fe y nos estimula a hacer el bien con gentileza y evitar el mal ante la idea de ser juzgados.


Amén

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

No hay comentarios.: