martes, 31 de agosto de 2010

Meditación del 31 de Agosto

"Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes" (Santiago 4:6)


La dureza de los israelitas los movió a pedir que hablara Moisés y no Dios, el orgullo no resiste la luz de la verdad: "Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y escucharemos. Pero no hable Dios con nosotros, no sea que muramos" (
Exodo 20:19). El orgullo siente aborrecimiento al evangelio, porque les hace desaparecer el brillo.

Dios está comprometido a darle guerra al orgullo, tanto en la santidad de su naturaleza, como en su honor. El orgulloso se pone contra Dios y el Señor lo destruirá como destruyó y destruye ídolos.


El hombre humilde es sensible al pecado, aun cuando otros ni lo sienten. Está más presto a aprender que a enseñar, a servir que a ser servido, a ser gobernado que a gobernar, a dar antes que a recibir bienes. Es a ellos que Dios oye, sus oraciones son eficaces. Aprenden a esperar con paciencia la respuesta de Dios, aceptando la misericordia sin exigencias, en su tiempo y en su medida.

El orgulloso no sabe esperar, es movido por fuertes presiones y abandonan con prisa cuando les parece que Dios tarda, tratan de tomar otro camino para librarse del peso que acarrea la paciencia. Cuando están dentro de la Iglesia traen el disgusto de Dios contra todos.


¿Cómo ser humilde?

Mira a Jesucristo. ¿Puedes ser orgulloso mientras crees que tu Salvador, vestido con carne, vivió entre seres inferiores y sin ninguna reputación, fue tenido como impío y clavado en una cruz?

Dice la Escritura que "se vistió de carne". Tener carne es razón más que suficiente para humillarse, la carne no tiene ningún poder ni brillo; se pudre con facilidad.

¿Podrá Cristo orar por sus asesinos mientras tú -que dices ser su discípulo- te ofendes con alguna pequeña palabra?

Estudia ejemplos de grandes santos y verás que todos fueron eminentes en humildad.

Los apóstoles, antes de que el Espíritu Santo descendiera sobre ellos, se disputaban quién habría de ser el primero y Cristo les enseñó que la grandeza en el camino de la vida celestial y verdadera se mide en proporción a la humildad de cada uno, será mayor en aquel quien sirva más y mejor y de corazón puro a mayor número de sus semejantes, por amor a Dios.


El sirviente de todos será el mayor.

Pablo "se hizo siervo de todos, para ganar a mayor número" (1Corintios 9:10). Si quieres ser mejor tendrás que ser más humilde que ellos, esa es la regla del reino de Dios. Sé ejemplo de humildad, sirviente de los otros, por amor a Dios.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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