"Sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro" (1 Corintios 1:22).
El Nuevo Testamento enseña que las aflicciones o sufrimientos de los creyentes fueron comprados por el Señor Jesucristo para los suyos.
Nótese que Pablo dice que la muerte, reina del miedo y angustias, es citada como uno de los bienes que Cristo compró en Su sacrificio, y la compró para usted y se la dejó a usted.
Si la muerte es suya, luego entonces todas las aflicciones que son hijas de ella también son suyas, y uno se pregunta: ¿Quien va a tener miedo de lo que es de su propiedad?
Por otro lado nos dice que son parte de los dones de Dios: "Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también sufrir por su causa" (Filipenses 1:29).
Cristo no da males a los Suyos, de ninguna manera, aunque las aflicciones parecen un mal, en realidad son un bien.
Lo que Cristo nunca te dará es desespero e impaciencia. Esto no viene de Dios sino de nuestra propia incredulidad y mal corazón. Pero es bueno decirte que es inevitable -en muchos casos- que los sufrimientos traigan tristeza debajo del brazo, como está escrito: "Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados" (Hebreos 12:11).
Esas verdades generales pueden individualizarse con la vida de un hombre en Cristo: "Como no conocidos, pero bien conocidos; como muriendo, pero he aquí vivimos; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo" (2Corintios 6:9-10).
Nótese el "como" empleado por el apóstol en sus palabras, habla de aflicciones como si no fueran sufrimientos; es como un hombre que se ha enfermado de gripe para curarlo de una tuberculosis; esto es, que habla de sus aflicciones llamando "enfermedad" a la medicina. El vómito es desagradable, pero si alguien se intoxica al ingerir una sustancia venenosa, la medicina es inducir el vómito: un mal menor salva de un mal mayor, y en este caso podría ser hasta la muerte.
De modo que las aflicciones del creyente son medicina-enfermedad. La angustia no es un bien en sí, sino un mal necesario proporcionado por la mano del Padre. Los cosecheros de arroz dan de golpes a la mata del grano, con el palo separan el grano útil de la paja inútil, usan lo malo para sacar limpio lo bueno.
Si analiza las palabras del profeta notará la promesa de Dios: "Su Dios le enseña y le instruye en cuanto a lo que es correcto: que el eneldo no se trilla con el trillo, ni sobre el comino se hace rodar la rueda de la carreta; sino que el eneldo se golpea con un palo, y el comino con una vara. Por cierto, no se muele el grano indefinidamente, ni se lo trilla sin fin. Pero haciendo pasar la rueda de la carreta, lo esparce y no lo tritura. También esto procede de Jehová de los Ejércitos, maravilloso en designios y grande en logros" (Isaías 28:26-29).
Dios ha prometido no pasar la rueda de molino sobre los débiles, los trillará según Su voluntad.
Cada instrumento de limpieza se aplicará en proporción a la fortaleza de cada quien.
En el proceso del arroz, primero se sacude con un palo, luego que el grano se separa de la paja se introduce en la rueda de molino, se extrae el grano limpio, y por último se pasa por fuego antes de servirse como alimento en la mesa.
Como dijera un mártir del pasado: "Yo soy grano del granero de Dios; por tanto debo pasar por su aventador, luego por entre las piedras del molino, y de ahí al caliente horno, antes de ser un pan para Cristo".
Amén
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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