lunes, 30 de agosto de 2010

Meditación del 30 de Agosto

"Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:25)


El antiguo templo de Jerusalén tenía dos lugares principales, el lugar Santo y el lugar Santísimo. Ambos eran el sitio donde el Sumo Sacerdote ejercía su oficio, uno en contacto con el pueblo y el otro en la presencia de Dios una vez al año.

Era tipo o sombra de lo que habría de hacer Cristo, compartir Su ministerio en la tierra en contacto con los hombres y luego de hacer el sacrificio pasar a la presencia de Dios en los cielos: "Después tomará del altar que está delante de Jehová un incensario lleno de brasas de fuego y dos puñados de incienso aromático molido, y lo llevará detrás del velo. Pondrá el incienso sobre el fuego delante de Jehová, y la nube de incienso cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio; así no morirá. Tomará luego parte de la sangre del novillo y rociará con su dedo por encima del propiciatorio, al lado oriental. Luego rociará con su dedo parte de esa sangre, siete veces, delante del propiciatorio" (Levítico 16:12-14).

Si falta este último elemento, el oficio a favor de los elegidos sería inútil.


Por tanto, el ministerio de intercesión de Cristo es el principal de todos y el que corona o sella la efectividad de Su oficio: "Si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, porque ya hay sacerdotes que presentan ofrendas según la ley" (
Hebreos 8:4).

Su gloriosa presencia a la diestra del poder de Dios completa la obra de salvación y de ahí las palabras de nuestro texto: "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por El se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:25).

El verso contiene un fuerte estimulo para que los creyentes tomen el camino de la fe a través de Cristo y traigan ofrendas, sacrificios y oraciones a Dios Padre, porque su Hermano mayor esta allí para tomar sus ofrendas e interceder a favor de ellos.

Que cada Creyente busque alivio y estimulo contra todos sus temores de la bondad de Jesús.

Son cosas tristes las que a veces cometen los cristianos, contristan el Espíritu de Dios, entristecen sus propios corazones, se angustian y les trae mucha inseguridad. Que vayan a Cristo es el camino del alivio y estímulo contra esas malas caras.


Te invito a leer Su Palabra: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos delante del Padre, a Jesucristo el justo. El es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1Juan 2:1-2).

Llama "hijitos" a los creyentes, nos recuerda a un bebé aprendiendo a caminar y que tropieza mucho. Pero hay más, mire el debido consuelo y estímulo que da este texto: No dice Su Padre, ni nuestro Padre, sino el Padre, lo cual incluye a ambos, El y nosotros.


Por tanto no desalientes, tienes un capaz, efectivo y fiel Abogado. Sube tu alma a la montaña más alta donde puedan verse todas las miserias humanas que el ojo espiritual sea capaz, cuenta todos los pecados, o dificultades que se oponen a la salvación, y aún más allá de eso Cristo puede salvar, no hay dificultades para El, hasta lo último puede resolver.

La intercesión de Cristo es un singular alivio para todos los que se acercan a Dios por El.


Nada destruye los temores e inseguridades que esclavizan el alma, sino solo este oficio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y así se nos hace saber: "Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que el nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo), y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios" (
Hebreos 10:19-21). La intercesión de Cristo es el remedio eficaz contra el temor de abandonar el camino de la fe (apostasía). Sostuvo y guardó a Pedro: "Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tu, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos" (Lucas 22:31-32).

No temas -le dijo- porque mi oración romperá lo que el diablo pretende hacer.
Que esta verdad nos guarde y sostenga.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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