viernes, 6 de agosto de 2010

Meditación del 6 de Agosto

"También dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios." (Lucas 9:61-62).


Esta historia prohíbe toda esperanza de tener a Cristo y el mundo al mismo tiempo. Este individuo quiso asegurar sus intereses terrenales antes de seguir a Cristo: "Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa" (v.61). Se ofreció a sí mismo pero su corazón estaba en los asuntos de este mundo, poner en orden los asuntos familiares antes que servir a Dios.


Las palabras de este hombre dejan entrever melancolía o tristeza, como si ser creyente fuera un problema o un carga, algo perjudicial. Dijo para sí: "si me hago creyente no podré volver jamás a ver mis relacionados, tengo que despedirme de ellos antes."

La idea es de alguien que quiere dar satisfacción a sus sentimientos terrenales antes que ser hijo de Dios, todo lo que quería era despedirse de sus conocidos como si el camino de la fe lo fuera a privar de amigos y familiares: "Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa" (v.61). Como si dijera: "Señor yo te quiero pero déjame gozar un poco del mundo y luego te seguiré."

Tal parece como si el Cristianismo fuera una desgracia, habla como si fuera a morir y por eso se quiere despedir primero. Viene a la mente el caso de aquel joven quien creía que ser de Cristo le prohibía aun los deleites legítimos del sexo, y por eso quería gozar del mundo antes de proceder al arrepentimiento. O la jovencita que anhela tener novio y casarse antes de ser cristiana, como si Dios prohibiera el matrimonio.

Seguir a Cristo es de mayor gozo, deleite y consuelo que seguir con todos nuestros familiares, amigos y conocidos, pero sin Dios. Es tan imposible calmar la sed sin agua como ser feliz sin Dios.


"Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (v.62). Ningún hombre que quiera hacer un buen trabajo puede estar atento a lo que ha dejado atrás, sino solo oír la voz de Cristo siempre delante. Lo menos que sucederá si no pone fijamente su vista en lo que hace es que el arado le quede torcido o no sirva para nada el surco hecho.

Las ventajas de la salvación se pierden si dejamos que nuestras almas se distraigan con las cosas del mundo que hemos dejado atrás.

La desgracia de la mujer de Lot fue mirar atrás (Génesis 19:17,26). Su corazón se volvió hacia Sodoma, hacia la vida de pecado que había abandonado, y no pudo salvarse por ese pequeño pero mortal error.


Ahora bien, hemos de hacer una distinción sobre el mirar que nuestro Salvador refiere en este verso.
Mirar hacia atrás no es malo en sí, lo malo reside en la actitud con que se mire.

Hay cosas que son iguales en apariencia pero opuestas en esencia, dos personas podrían mirar el mismo objeto pero con diferentes mentes. Hay miradas permitidas y otras prohibidas.

A Abraham se le permitió mirar el humo que salía de Sodoma, pero a Lot y su familia se le prohibió mirar allá porque tenían mentes diferentes.

Hay gran diferencia entre la humilde pregunta de María al Ángel y la pregunta de incredulidad que hizo Zacarías el padre de Juan el Bautista (compare Lucas 1:34 con 1:18).


Todo el que empieza una nueva vida con Cristo debe hacer la firme determinación de ir hacia delante o no llegará a ningún sitio.

No son adecuados para el reino de Dios quienes quieren ser cristianos y al mismo tiempo disfrutar de las corrientes de este mundo. Arar o sembrar de ese modo no traerá ningún buen resultado sino una mala cosecha, perdición del alma.

Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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