miércoles, 25 de agosto de 2010

Meditación del 25 de Agosto

"Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos" (Romanos 15:1)


La Biblia enseña de manera clara y tajante el signo inequívoco de la fortaleza en gracia.

Los niños tienen que ser llevados en brazos de otros más fuertes, los débiles no podrán cargarlos. La compasión de un hombre será signo seguro de su fortaleza espiritual.


En sentido espiritual, el débil en fe estará más inclinado a sentirse ofendido por los demás, porque es débil, y si golpea al fuerte, su golpe es tan débil que el otro ni se entera o decide no poner caso.

Al obrar así el fuerte glorifica más el nombre de Dios, literalmente echa sobre sus hombros al más débil porque puede hacerlo; por su fortaleza espiritual puede soportar o controlar el disgusto natural al pasar por alto ofensas, ayudar a otros y completar la tarea de levantarlos. Es capaz de llevar el peso como buen atleta. Y todo esto son desventajas para el creyente débil.


Al débil en la fe le es muy difícil beber agua pura de la fuente, más bien bebe de la que corre por la corriente. Esto es, que la fe débil siempre está viendo segundas causas, pero la fuerte no. Entiéndase que cuando cae una adversidad el débil la atribuye a las criaturas, en cambio el fuerte ve la causa en la soberanía de Dios y resuelve con la criatura.

Significa que el débil juzga por lo que ve y siente, en cambio el fuerte se inclina a juzgar eventos por las Escrituras, por lo que el Creador ha dicho. Por esta razón glorifica más a Dios, pues atribuye verdad a Dios y no considera la debilidad de las criaturas, sino el poder y verdad de Dios.

La fe débil hace pocas cosas por Dios y como consecuencia su alma también es débil, y aleja las bendiciones del cielo sin querer y sin saberlo.


Mire el caso de los hijos de Israel en el desierto: "Sin embargo, no quisisteis subir. Más bien, fuisteis rebeldes contra el mandato de Jehová vuestro Dios, y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de la tierra de Egipto, para entregarnos en mano de los amorreos para destruirnos. Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido Jehová tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de humillarte y probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus mandamientos, o no. El es quien te sustentó en el desierto con mana, comida que no habían conocido tus padres, con el propósito de humillarte y probarte para al final hacerte bien" (
Deuteronomio 1:26-27;8:2,16).

Dios había mandado pruebas y adversidades para que ellos conocieran su corazón y se cuidaran, porque si uno cuida el corazón entonces el Señor estará con uno, pero ellos atribuyeron su mal a segundas causas y llegaron hasta levantarse contra Moisés, como si él fuera culpable de esas pruebas. Dios mató a todos en el desierto y ninguno de los rebeldes pudo disfrutar de la tierra prometida.


Si nuestra fe tiene gran dosis de incredulidad -es débil-, tendremos muchas y grandes desventajas y nos haremos daño innecesario.


Hermano cristiano, si eres
débil en fe no te desalientes, aún así tienes derecho a todas las promesas. Eres participante de la naturaleza divina; tus aflicciones son limpiadas de toda maldición, y eres heredero de la herencia de los santos en luz. Te pertenece herencia incorruptible e inmarcesible en los cielos: Dios es tu porción, Cristo es tu Salvador, y el Espíritu Santo tu consolador. Tu mansión es el cielo. Los ángeles tus guardianes, todo eso y más es tuyo, aún cuando tu fe sea muy débil.


No es ser humillados lo que debilita, sino depresión, desánimo y parálisis espiritual.

Piensa y medita lo que hay en Cristo para ti, considera: "Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá y os salvará. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, huirán la tristeza y el gemido" (Isaías 35:3-4,10).

¡Levantaos, pues, almas abatidas, haced obras de justicia y confiad en Dios!


Amén

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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