miércoles, 9 de febrero de 2011

Meditacion del 9 de Febrero

“Entonces mi alma se alegrará en Jehová; Se regocijará en su salvación” (Salmo 35:9).
 
Destaca asuntos relacionados con el gozo. El lugar de sus dulces sentimientos fue su alma, o el hombre interior del salmista, un aguacero que empapó las raíces de sus entrañas, un sentimiento profundo, íntimo. 
Tal es el anhelo de todo ser humano, disfrutar de sentimientos dulces, deleitosos, hondos, tranquilos, y de corazón. Eso es gozar. 
Si el tinte de la alegría es echado aguas abajo se tiñen las corrientes que descienden, en cambio si las aguas son entintadas en la cabecera, todas las aguas corrientes abajo toman ese agradable color. 
Así el gozo del salmista, fue en su alma, llenó todo su  ser, y así lo revela: “Mi alma se alegrará… Se regocijará, estuvo alegre y además regocijado, es decir gozo sobre gozo. Además notamos el objeto de su gozo, el Señor. El conocimiento de Dios enciende el gozo cristiano, verlo con ojos del alma, o de fe. Por último el regalo, o lo que Dios le trajo: “Su salvación”.

En resumen: Vio a Dios en su alma, le fascinó, más aun por el regalo recibido, Cristo Jesús. El gozo cristiano es disfrutar de un claro sentido del amor de Dios en Cristo. Es agasajar la imaginación con pensamientos de vida eterna, que Cristo es nuestro. La salvación no es otra cosa que la vida eterna, y así está escrito: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Amor de Dios en Cristo, vida eterna y salvación son términos equivalentes; gozarse más en el Dador que en dones recibidos.

“Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación” (1Samuel 2:1). 
Ana no sólo se gozó, además se alegró, se regocijó, se fortaleció, y los poderes de su alma fueron ensanchados. ¿La razón? “Por cuanto me alegré en tu salvación”. Esto es, que su alma fue inundada de un claro sentido del amor de Dios, lo cual ensancha el corazón creyente y lo llena de dulzura y contentamiento, cuyo efecto obligado es cantar acciones de gracias: “Para que cuente yo todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sión, Y me goce en tu salvación” (Salmo 9:14).
El gozo abre las puertas y el canto sale. Entonces ocurren dos tipos de creer, uno con la cabeza y otro con el corazón, y cuando es con el corazón, el efecto obligado es gozo: “Todo gozo y paz en el creer”.

Sea, pues, la fe nuestra perenne fuente de gozo. El creyente será por naturaleza una persona alegre.

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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