lunes, 28 de febrero de 2011

Meditación del 28 de Febrero

"Jesurun se engordó y dio coces. (Te hiciste gordo, grueso y rollizo.) Y abandonó al Dios que lo hizo; desdeñó a la Roca de su salvación" (Deuteronomio 32:15).

Se necesita sabiduría celestial para que la prosperidad material no destruya el alma de un individuo. Si el progreso económico llega a un hombre necio de corazón, dice aquí la sentencia divina, ciertamente lo arruinará. Para ganar ventajas contra el mal de la prosperidad material, preferible emplear tal prosperidad en la gloria de Dios y el bien de otros.

Es corriente en la sociedad demandar a los ricos mayor participación en resolver males de los pobres, por ejemplo, quienes más tienen, pagar mayor cantidad de impuestos. Significaría que los beneficios aumentan la obligación para con los demás. 
Así las personas en dignidad debieran gobernar con ese bendito fin, que la sabiduría, el poder, la santidad, la justicia y la misericordia de Dios sea manifestada en las diferentes administraciones que El les ha dado.

Quienes disfrutan de cualquier tipo de buena abundancia, debieran, de acuerdo a sus capacidades, aliviar las necesidades de los otros. Cuando Dios prospera a un hombre, manda a dar para que de este modo la persona aumente sus riquezas, como alguien ha dicho: "Haz tu nido cerca del Señor y no en esta tierra, porque Dios ha vendido este mundo a la muerte".

Es cierto que en la historia del pueblo del Señor han habido muchos hombres prósperos y ricos en el buen sentido de la palabra, Abraham, Job, Daniel, 
Nehemíasetc.; pero también es notorio en la vida de aquellos santos varones que, al mismo tiempo de su abundancia, también fueron hombres muy generosos, porque no es posible que una persona sea piadosa y no dadivosa, como alguien ha dicho: ser cristiano y tacaño son asuntos opuestos.

A quienes  se le ha dado mucho de los bienes este mundo, mucho se les pedirá. Porque hay algunos que mucho reciben y poco dan, ven al pobre como una molestia en lugar de una excelente oportunidad para hacer el bien.

El mandamiento de Dios es: "Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y menesteroso en tu tierra" (
Deuteronomio 15:11). Es evidente la urgencia y peso que Dios imprime a este deber: "Por eso yo te mando"; no pensemos como los malos hombres, para ellos el deber es visto como una molestia en lugar de una necesidad del alma. Los deberes de la fe cristiana no deben considerarse molestia, sino beneficio a nuestras almas.

El apóstol persuadido de las glorias venideras da esta  exhortación: "A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para si buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna" (1 Timoteo 6:17-19).

Esto es, no seas como algunos que derrochan sus bienes  en cuanta vanidad y deseo mundano se les ocurra, siembran sus riquezas sobre la arena, olvidando que también de eso tendrán que dar cuentas a Dios. Tienen en abundancia, pero no saben ni les interesa aprender cómo hacer el bien a su prójimo, severamente serán castigados por su dureza. 

Pero aquellos quienes abren su corazón y extienden sus manos al necesitado, serán aceptados y recompensados por la divina misericordia. Ahora bien, a nadie se le ocurrirá sembrar semillas en la arena del mar sino en tierra fértil. En otras palabras, para hacer el bien se necesita un mínimo de sabiduría, y en aquello de dar debe empezar con la familia de la fe -nuestros hermanos en Cristo-, hacer bien a todos, pero primero a los soldados de Cristo porque esa es la mejor tierra para sembrar la generosidad, el Señor Jesús es alimentado y vestido en los miembros de Su iglesia.

En resumen, riquezas, honor, poder y prosperidad son tentaciones para el incrédulo, hacen crecer sus codicias, aumentan su culpa y destrucción. 
Para el sabio y fiel cristiano son talentos por medio de los cuales honran a su Señor y se hacen bien a ellos mismos: "El alma generosa será prosperada" (Proverbios11:25).

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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