“Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.” (Lamentaciones 3:25).
Esperar en Dios es remedio contra toda turbación de mente. El profeta vio su nación asolada, Jerusalén destruida, el Templo arrasado, la sociedad desmembrada, y aun él mismo, un hombre santo y bueno, no pudo escapar de ser profundamente afligido al punto que le pareció que Dios fue su enemigo: “Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.” (v.15). Acusa a Dios de su calamidad, perdió el buen juicio, pero luego cambia: “Bueno es Jehová a los que en él esperan.”
Esperar en Dios es remedio contra toda turbación de mente. El profeta vio su nación asolada, Jerusalén destruida, el Templo arrasado, la sociedad desmembrada, y aun él mismo, un hombre santo y bueno, no pudo escapar de ser profundamente afligido al punto que le pareció que Dios fue su enemigo: “Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.” (v.15). Acusa a Dios de su calamidad, perdió el buen juicio, pero luego cambia: “Bueno es Jehová a los que en él esperan.”
Veía a Dios como su enemigo pero ahora su mejor amigo. ¿Qué cambió? La esperanza, esperar en El.
Sólo Dios es el objeto apropiado de nuestra confianza pues tiene los atributos para que le confiemos de todo corazón: Omnipotente y Bueno.
Si carecemos de consuelo, puede crearlo, y aun sacarlo del mismo desconsuelo. La aflicción y desconsuelo es época adecuada para confiar en Dios. El misterio de la Santa Trinidad es tres personas distintas y un sólo Dios Verdadero. El Padre es el Creador, el Hijo el Redentor y el Espíritu Santo el Consolador.
El Santo Consolador toma las palabras del Padre, la obra del Hijo y favorece a todo y cada uno de los creyentes, los tres apuntan al bien nuestro: “Bueno es Jehová a los que en él esperan.”
Hay diferencia entre la fe en Dios y esperar, aunque a menudo la Biblia los pone en términos equivalentes. Fe es confiar en Su Palabra o promesas, y esperar es aguardar el bien prometido.
La confianza se apoya en la autoridad o capacidad de quien promete, y esperar se fija en la bondad de la promesa. La confianza ve el asunto delante de sus ojos, al presente, en cambio el esperar aguarda para después con el ingrediente de seguridad que da la fe o confianza.
Esta confianza es lo que une el alma creyente con el Creador: “Bueno es Jehová a los que en él esperan.” Lo que une es este esperar, que brota o surge de la confianza en la promesa del Señor.
No sólo es apropiado sino también necesario confiar en Su Bondad.
El fundamento de confiar es doble: Que hay un Dios, y que se ha revelado a los hombres por medio de Su Palabra: “Bueno es Jehová a los que en él esperan.”
Su persona, el Dios Omnipotente, y Su Palabra que promete un chorro de bondad a cuantos en El esperan. Nadie puede confiar en el Creador a menos que le conozca y sepa qué ha prometido. Más particularmente las palabras del nuevo pacto en Cristo: “Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.” (Jeremías 32:40).
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
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