sábado, 12 de febrero de 2011

Meditación del 12 de Febrero

“Para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 5:21).

La Gracia es una reina, Dios la hizo para reinar, de modo que donde ella habite por necesidad gobierna. Y corona de la gracia cristiana lo es el amor. 
El amor cristiano es la suma de toda gracia y virtud, si alguien tiene amor cristiano puede estar completamente seguro que la gracia y el poder de Dios mora en él, para tal persona será obligado practicar la santidad. 
Gracia de Dios no es un mero concepto mental como una idea o una palabra en el intelecto sino que es un principio espiritual activo que gobierna y dirige la vida de las personas que han nacido de nuevo.

Un estudio elemental en el Nuevo Testamento sobre el principio de la Gracia nos enseñará que la tendencia de toda gracia cristiana es la práctica, porque el lugar donde la Gracia se asienta es el centro de la voluntad de la persona. 
El corazón es el sitio de donde salen todas las órdenes que mueven la disposición o voluntad, lo que hace y quiere hacer el hombre, allí mismo es donde hace su morada este principio divino, de modo que si la Gracia está allí, resultará obligada la práctica o ejecución de sus mandatos. 

Todo lo que el hombre hace, primero lo desea, luego pone en movimiento la voluntad. La práctica de un hombre es lo que hace libre y voluntariamente, no forzado, lo que hace estando a solas, sin presión. Es allí donde la voluntad actúa libremente. 
Si un hombre ora y habla con Dios ha solas, hace el bien sin buscar que otros lo vean, esta es su práctica. Obedece a Dios en presencia o ausencia de sus hermanos. Si alguien se propone teñir de rojo las aguas de un río, debe hacerlo en la cabecera, donde nace el río, y allí agregar el tinte, de seguro que todas las aguas serán enrojecidas. La Gracia tiende a la práctica de la santidad.

“El amor no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad" (1Corintios 13:6). El amor es como la luz, no se mezcla con nada aunque alumbre todo. El amor divino puede desear lo mejor aun para malos hombres, sin embargo no se regocija en la maldad. La caridad cristiana nunca se regocija en el mal, aun cuando el mal sea hecho a su propio enemigo. 
Cuando David fue enterado que su perseguidor Saúl había muerto, su reacción fue de amor: “E hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta el anochecer por Saúl y por su hijo Jonatán” (2Samuel 1:12). Esta es una reacción de la gracia de Cristo en un corazón creyente, porque el único enemigo del amor es el pecado y la iniquidad. 

El regocijo del amor es la verdad, se goza en el progreso de los que anden en el camino de la verdad. Su placer es el progreso del evangelio, aunque él mismo -el amor- sea menguado, o dejado atrás. “El amor no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.”

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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