"No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado, aunque todavía él no haga florecer toda mi salvación y mi deseo" (2 Samuel 23:5).
¿De dónde obtiene David tan fuerte consuelo? Pues al mirar atrás, su vida y familia, todo lo que encuentra es dolor y vergüenza, pero de pronto habla como si no hubiese pasado nada en el sentido de su futuro, se nota que está muy seguro que su pasado no afectará su esperanza.
La respuesta es dada en este texto: “Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo” (Hebreos 4:18).
La fortaleza del consuelo es fruto de la seguridad.
Ahora bien, ¿a quienes Dios da esa firme seguridad? Si enfocamos el carácter de quien habla en el verso podremos averiguar algunas verdades muy estimulantes, veamos: "No es así mi casa para con Dios".
Esta confesión es la de un hombre pobre en espíritu, llora sus desaciertos, debilidades e infidelidades y al mismo tiempo magnifica la bondad y fidelidad del Señor. Dios ama consolar al pobre, al humilde y afligido creyente. Este carácter es como un fuerte imán de la misericordia del Señor.
Dice el profeta: "Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla ante mi palabra" (Isaías 66:2). Un objeto vacío es más adecuado para ser llenado del gozo de Dios que uno no vacío. La bendición de Dios no está con el altivo, y altivez en sentido espiritual es aquel que está lleno de sí mismo; su boca está muy presta de hablar de sus cosas buenas y de sus proezas, carácter muy diferente del que David aquí exhibe.
He aquí el rey en su cama antes de morir y es muy claro y evidente que no
menciona sus proezas sino sus debilidades, para luego hablar de la bondad de Dios, pues de este modo magnifica la bondad del Redentor.
El hombre humilde es alguien vacío de sus propias hazañas: "Dijo David hijo de Isaí, dijo aquel varón que fue levantado en alto" (v.1), eso dicen otros de él, y lo dicen con razón, pero cuando oímos las palabras refiriéndose a sí mismo, la diferencia es muy marcada: "No es así mi casa para con Dios".
Es en esta clase de hombre que reside la seguridad de la fe y las promesas.
Los que están llenos de sí mismos no tienen espacio ni tiempo para recibir verdades del evangelio. hay un principio general aplicable a nuestro caso presente: "Difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" (Mateo 19:23).
Ricos son todos los que están llenos de sí mismos o de sus posesiones.
Luego dice el texto: "Pacto perpetuo", la verdad que corona de alegría lo anterior, pues es la duración de la misericordia el gran tema que llena de alegría a los cristianos.
Dios ha hecho pacto con el creyente, no para hoy ni mañana, ni para la próxima semana o el próximo año, sino para siempre. David se consuela a sí mismo, como si dijera: Yo sé que mi casa no es bien para con Dios, he tenido muchos problemas, pero me espera algo mucho mejor y para siempre.
Todavía no tengo lo que se me ha prometido pero espero en la promesa del Señor.
Dios nos ayude a pensar, vivir y esperar como David.
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
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