“Todos comieron y se saciaron, y se recogieron doce canastas llenas de lo que sobró de los pedazos” (Mateo 14:20).
Alguien de buen carácter no será dispendioso sino económico, ya que no solo piensa en el presente, sino que atesorará para el porvenir. Hay personas que no comen comida trasnochada o del refrigerador por simple vanidad irracional, pero he aquí a Cristo y Sus discípulos haciendo provisión para otra oportunidad del alimento que sobró.
Es deber de todo cristiano hacer que las cosas duren, que su bienes materiales prolonguen su buen uso, que en ocasiones hemos de remendar, arreglar, zurcir, pintar.
Las cosas se gastan con el uso pero un pequeño trabajo de reparación puede hacer que esas mismas cosas se mantengan y nos ahorremos nueva compra. Como dijo alguien: “Un vestido puede no estar a la moda, pero una pequeña alteración puede ponerlo al día”.
Aunque tuviéramos mucho dinero no significa ser gastadores y mucho menos derrochadores, es mejor guardar y emplearlo en ayudar a los necesitados.
Que en todo seamos ordenados y aprendamos a cuidar con esmero lo que Dios nos ha dado. No abusar de los favores divinos.
De este principio se infiere que también hemos de aprender a comprar por necesidad mas que por lujo o vanidad. La vanidad casi siempre se inclina más a la novedad que a lo útil, la naturaleza humana tal como los atenienses: “Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la ultima novedad” (Hechos 17:21).
Cuando vayas a comprar, procura comprar lo que valga tu dinero. No es una extravagancia pagar buenos precios por cosas buenas pero nunca te endeudes por simplemente darte gusto, sería vanidad carnal.
Seamos moderados en comida, bebida, ropa y en todo. Como está escrito: “Por tanto, ya sea que comáis o bebáis, o que hagáis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1Corintios 10:31).
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
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