miércoles, 2 de febrero de 2011

Bosquejos - Filipenses

Una oportunidad impedida en Asia, un misionero respondiendo al llamamiento de Dios para ir a servir en otro continente, una exitosa mujer de negocios de visita en lo que hoy es Grecia... Estas circunstancias llegaron a ser la fórmula que Dios usó y que produjo el primer convertido a la fe cristiana en Europa. De principios tan sencillos se desarrolló la iglesia en Filipos.
Pablo se encontraba en su segundo viaje misionero acompañado de Silas y Timoteo, quienes fueron testigos de los interesantes hechos anteriores.
La ciudad de Filipos tomó su nombre de Felipe II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, quien conquistó la región en el cuarto siglo antes de Cristo (AC). En el año 42 AC, allí se llevó la famosa batalla en la cual Antonio y Octavio -generales romanos- derrotaron las fuerzas rebeldes de Bruto y Casio (quienes habían asesinado a Julio César). Octavio (Augusto César) le dio a Filipos el nombre de Colonia Augusta Filipense, haciéndola  colonia romana. Muchos veteranos de guerras romanas vivieron el resto de sus vidas ahí. Para un ciudadano romano era casi como vivir en Italia misma, con su idioma, cultura y protección legal. 
Filipos contaba con una población judía pequeña. Es probable que la ciudad careciera del mínimo de diez hombres casados para formar una sinagoga, puesto que Pablo y Silas ministraron en un área pública a la orilla de un río donde varias mujeres se habían congregado para orar. Lidia, mujer de negocios proveniente de Tiatira en Asia estaba entre quienes escucharon a Pablo un día de reposo. Ella puso su fe en Cristo en respuesta a la predicación de Pablo. 
Pero también una adivinadora de Filipos fue liberada de posesión demoníaca, los agentes de esta mujer, enojados a causa de su pérdida de ingresos, hicieron que Pablo y Silas fueran encarcelados. Aproximadamente a la medianoche ocurrió un terremoto. El carcelero se convirtió al Señor y fue bautizado junto con otros de su familia. Pablo estableció aquí la primera iglesia cristiana en tierra europea; amaba a los filipenses y los visitó en varias ocasiones.
Pablo visitó Filipos en su tercer viaje misionero. Escribió la carta a los Filipenses durante su encarcelamiento en Roma. La fecha probable es alrededor del año 61 después de Cristo (DC), poco antes de su anticipada liberación. La carta fue llevada por Epafrodito, quien se había recuperado de una enfermedad casi fatal mientras visitaba a Pablo en Roma.
La epístola incluye una breve autobiografía (3:4-7). La mención de Timoteo sugiere que fue un ejemplo de humildad al ministrar, según el pensamiento de los filipenses. Algunos creen que esta es la respuesta de Pablo a una carta que recibió de la iglesia en Filipos.
Tema frecuente de Filipenses es “el gozo”, mencionado 16 ocasiones. Pablo se goza en su unidad con estos cristianos a quienes ama. Les hacer ver que al ellos participar de la abundante gracia de Dios, les proporciona gozo cristiano en medio de circunstancias difíciles.
En el capítulo 1, Pablo escribe del gozo y de las maneras en que éste se puede aumentar incluso en el sufrimiento, e incluye un informe muy positivo de sus propias circunstancias. El capítulo segundo contiene varias ilustraciones del gozo al servir, comenzando con el ejemplo por excelencia: la humildad y exaltación de Cristo mismo. 
Las cosas que acompañan el gozo de la salvación de los creyentes están enfocadas en el capítulo 3. Los filipenses son advertidos acerca de algunos que abogaban por las buenas obras como substituto de la justicia que se recibe por fe.
Finalmente, en el capítulo 4 Pablo escribe de los resultados provenientes del gozo. Agradece a los filipenses por sus generosos donativos y su contribución para los creyentes de Jerusalén.
El escritor de esta carta nunca se refiere a sí mismo como “apóstol”. Era innecesario,  la iglesia en Filipos nunca cuestionó ni el apostolado ni la autoridad de Pablo como lo hicieran algunos en Corinto y Galacia. La carta tampoco contiene corrección sobre errores doctrinales dentro de la iglesia de Filipos, ni reproche por faltas serias. Filipenses es una de las cartas de Pablo más llena de afecto. 
El contagio del gozo de Filipenses puede ser apropiado en lo personal si meditamos en las verdades que contiene.
LBLA, 2000. Biblia de Estudio.

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