¿Cómo es posible que reflexionemos tan poco sobre el verdadero amor?
Aprender, por ejemplo, a distinguir entre el amor y el afecto sensible hacia otra persona, entre la admiración y los deseos de posesión de otro ser, emociones que pudieran prolongar o coincidir con el amor pero que en realidad muy poco tienen que ver con él.
Escuchamos la ligereza de tantos cuando dicen que "han perdido el amor de determinada persona." ¿Qué han perdido? ¿El amor o solo el afecto hacia tal persona? Si lo que han abandonado es la decisión de entregarse a esa persona o solo un cierto atractivo que sintieron o unas cuantas experiencias placenteras que obtenían.
Me cuesta aceptar que el amor pueda perderse como si se perdiera un celular.
Quienes dicen que el amor se apagó, debieran ser lo suficientemente honestos para preguntarse si realmente lo tuvieron alguna vez.
Y quienes aducen que la sorpresa ha sido ver el cambio de tal o cual persona, y que tras tal decepción no son las mismas personas que amaron, pienso que el verdadero amor no acepta solamente a la persona querida tal y como ella es, sino también tal y como ella será.
Porque un amor verdadero no es otra cosa que entrega apasionada y buscar la felicidad de quien se quiere. El amor es don, y solo don, sin pedir nada a cambio. Es lógico que amor produzca amor, pero surge la duda si alguien en verdad ama cuando ama "para" ser amado, quien condiciona el camino de ida con el precio de vuelta.
Al subrayar que el amor verdadero pone a la gente "fuera de sí" para "re-centrarse" en otra persona, en otra tarea o en un más alto ideal, quiero indicar que no solamente amor es el que surge de un hombre concreto a una mujer concreta y viceversa. ¿Por qué, sino por amor, trabaja el investigador con auténtica devoción? ¿Qué, sino el amor, lleva a misioneros a lejanas tierras? ¿Quién más que el amor encienda las cocinas, cambia pañales, cuida ancianos, mima enfermos, se esfuerza porque el pan no falte en la mesa?
Así es el amor que enseña el evangelio, que nunca se opondrá al verdadero amor pero sí a esos engañosos "días de fiesta" así como a todos aquellos que aman cuando en rigor solo se aman a sí mismos. Ser creyentes es estar seguros de que nos esperan magníficas sorpresas.
Y efectivamente, una de ellas será descubrir que hemos sido más queridos de lo que nunca nos atrevimos a imaginar.
P.Roberto Velert Ch.
Iglesia Evangélica Piedra de Ayuda,
Barcelona, España
jueves, 17 de febrero de 2011
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