"¿Acaso nos desechará el Señor para siempre? ¿Ya no volverá a ser propicio? ¿Se ha agotado para siempre su misericordia? ¿Se han acabado sus promesas por generación y generación? ¿Se ha olvidado de ser clemente? ¿En su ira ha cerrado su compasión?" (Salmos 77:7-9).
No será extraño en los creyentes que en tiempos de aflicción piensen que Dios los ha dejado y no regresara más. Si se enferman esperan ser sanados, si perseguidos esperan ser librados, pero cuando se sienten abandonados por Dios casi siempre piensan que El no volverá nunca más.
En esta clase de situación es que se da el terreno apropiado para que estas conclusiones de incredulidad crezcan.
Dios, quien conoce lo que somos, que no sabemos construir buenos pensamientos de El en tales momentos, nos da la respuesta apropiada para anular ese "nunca" con un "no siempre".
Leamos algunos textos directamente de Su propia Palabra: "Compasivo y clemente es Jehová, lento para la ira y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo... Porque el necesitado no será olvidado para siempre, ni la esperanza de los pobres perecerá eternamente... Porque no he de contender para siempre, ni para siempre he de estar airado, pues se desmayaría delante de mí el espíritu y las almas que he creado" (Salmo 103:8-9; Isaías 57:16;Salmo 9:18). No solo responde con promesa de librar al afligido de su aparente abandono sino que acentúa el "no para siempre".
¿Ha leído usted en las Escrituras que Dios haya abandonado totalmente a un hombre?
Es cierto que David lo fue por un tiempo, pero nunca se ve en David espíritu malo o de envidia. En cambio Saúl, fue aborrecido por el Señor y en seguida vino un espíritu malo que lo poseyó, tal espíritu fue de envidia, malicioso, perseguidor de los santos.
Cuando Dios abandona, por el otro lado vendrá Satanás y lo tomará para que odie a Dios en el objeto de Su pueblo. Cuando el Señor se marcha, Satanás entra.
De aclaración, un hombre creyente puede ser abandonado por Dios momentáneamente y Satanás venir con tentaciones, como en el caso de Job, que llegó amaldecir el día de su nacimiento y el mismo David al censar el pueblo (2Samuel 24:1). Con los incrédulos es diferente, pues no vendrá un espíritu de tentación sino un espíritu perseguidor como hizo Saúl con el pueblo de Dios. Comenzó a echar veneno contra David y todo lo relacionado de David.
Dios nunca abandona a nadie que esté siendo iluminado por el Evangelio, sino que la persona abandona primero a Dios. El ejemplo bíblico es Saúl, y note como le dijo el profeta Samuel: "Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, el también te ha desechado" (1Samuel 15:23).
En el verdadero creyente, aun cuando no tenga en su corazón total sentido del amor de Dios, se esforzará para que el pecado no siga aumentando. Sabe que no es perfecto, pero está claramente persuadido que Dios sí lo es.
Hay dos maneras de reaccionar ante el abandono de Dios, los santos se duelen del solo hecho de ser abandonados, los incrédulos temen por el hecho egoísta de perder sus posesiones materiales.
Saúl llegó al extremo de recurrir a adivinación (1Samuel 28:15). Pero mire cómo habló David: "¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá mas a sernos propicio?" (Salmo 77:7), pensando más bien en la comunión con el Señor que en el hecho de ser rey.
Cuando el incrédulo es abandonado por Dios es entregado a una mente reprobada (Romanos 1:24,28); se entregan a la inmundicia. En cambio los santos gimen de tristeza para que Dios vuelva a ellos. Cristo jamás ha abandonado un hombre en cuyo corazón haya dejado Sus bondades y muebles espirituales, ese santo deseo de mejorar su conducta piadosa.
Sabemos que si alguien sale de su hogar y se lleva todas sus pertenencias, se puede concluir que se mudó definitivamente. Pero si sale solo, sin sus pertenencias, es claro que volverá. Ha dejado su esposa, hijos, etc., no se ha mudado, se ausentó brevemente.
Del mismo modo, si sientes que Cristo se ha ido pero ha dejado en tu corazón el deseo de que vuelva, el deseo de amarle, admirarle, orarle, entonces ten por seguro que el Señor volverá a tu alma. Salió de viaje, pero sus pertenencias están ahí, dentro de ti.
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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