"Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia" (Colosenses 3:24).
Los títulos de Dios son usualmente adecuados al asunto que se tiene en mano.
En otro lugar de la Escritura Jesús pide de acuerdo a lo que en esto texto se nos promete. Pide como un hijo pide la porción a su padre para el bien de los miembros del cuerpo, y por eso dice: "Padre". Las bendiciones de Dios a Su pueblo, más que una paga de siervo, son herencia recibida del Padre.
Más aún, que la esperanza de los creyentes es en base a la adopción, Cristo es Hijo por generación eterna, pero nosotros por gracia, nuestro privilegio no es por nacimiento, sino por aceptación: "Gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo" (Romanos 8:23).
Juan 17:24, dice: "Yo quiero"; la traducción en español expresa con mucha fidelidad el sentido original, porque es algo más que un deseo, es una demanda, no tanto de la autoridad de Dios Hijo, sino el deseo ardiente del corazón.
Mire otro pasaje donde clarifica el sentido del "quiero" de este ultimo verso: "En seguida ella entró con prisa al rey y le pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista" (Marcos 6:25).
La forma de expresión encierra que la petición posee la fuerza de una promesa, por eso decimos que es más que un deseo.
Nos da mucho consuelo, enseña la certeza de nuestra gloriosa esperanza.
Estaba cerca de morir y esta fue Su ultima voluntad o testamento: "Padre, Yo quiero" (Juan 17:24). El cielo es un legado dado por Cristo: "Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí" (Luc.22:29).
El privilegio es a favor de los elegidos, hay un grupo de hombres y mujeres que le fueron dados por el Padre, los cuales no pueden perderse, todos poseerán la gloria. Fueron dados antes de los tiempos, pero en el tiempo, cuando sean eficazmente llamados, como ovejas oirán la voz del Príncipe de los pastores, vendrán a El, y serán preservados: "Todo lo que el Padre me da vendrá a mi. Y esta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de todo lo que me ha dado" (Juan 6:37,39). Cristo hizo una suave demanda, pero demanda al fin, para favorecer con gloria eterna a los elegidos.
Esa es la hermosura de la gracia, darnos como herencia gloria eterna. Es cierto que eso fue comprado por Cristo, pero a los creyentes es un don, porque lo recibimos en virtud de Su testamento y de la promesa del Padre: "Las riquezas de la gloria de su herencia en los santos" (Efesios 1:18). Los herederos reciben sin esfuerzo, heredar es algo libre. En esto Cristo hizo la compra y poseemos el don.
Es motivo de seguridad que cuando vemos las glorias y excelencias del cielo, también vemos un misericordioso Padre y a Cristo que pagó el precio.
Es llamado el don de Dios a través del Señor Jesucristo.
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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