viernes, 17 de septiembre de 2010

Meditación del 17 de Septiembre

"José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará" (Génesis 50:24).


Es usual que la mayoría de los hombres se resisten a la idea de la disolución y por lo general se engañan a ellos mismos con la vana esperanza de que pueden permanecer un tiempo más en este mundo.

José, por causa de su fe, no temió recibir la cita con la muerte, no se angustió con los síntomas de su próxima partida, ni se concentró en sus propios asuntos o pensamientos, sino en consolar a sus hermanos quienes iban a ser privados de su mejor amigo.

Vio que la muerte estaba al doblar de la esquina y saludó con un espíritu quieto, como si le dijese “bienvenida”. ¡Cuán hermoso es el poder la fe!


Una de las bendiciones que Dios concede a Sus hijos cuando están cerca de salir de este mundo es darles sentido claro de que la muerte está cerca y prepararlos a que la reciban tranquilos y confiados:
"José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará".

Cuán diligentes y confiados son los hijos de Dios para renovar la fe y ocuparse en consolar a otros. Su hablar fue un acto de amor y por eso fue recibido con tanta reverencia de parte de quienes habrían de sobrevivir.

Sea nuestro empeño prepararnos para esos momentos. Más aún, que todas nuestras obras sean de preparación para cuando nos toque morir, que podamos salir de este mundo honrando a Dios y consolándonos a nosotros mismos. ¿Hermano, está listo tu discurso de despedida?


¿Cómo saber si uno está preparado? Si ante la prueba llamas a tu corazón las promesas de Dios y cuando por propia experiencia confirmes a otros la fidelidad de Dios. Nótense las palabras del patriarca: "José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; más Dios ciertamente os visitará".


Cuando los cerdos entran a un jardín no hacen distinción entre flores y arbustos, comen tanto unos como otros. La muerte es así, no distingue entre los mortales, mata a uno como a otros.

Algunos de ustedes son muy jóvenes, pero otros no tanto, se dice de ellos como está escrito: "De uno, y ése ya casi muerto" (Hebreos 11:12). Les falta ese último combate, la cita con la muerte, un enemigo tan fuerte que una simple experiencia cristiana no es suficiente para hacer como José antes de morir.

Ser bautizado, asistir a los cultos hacer devocionales, decir que uno es cristiano, todas esas experiencias no son suficientes para dar buen testimonio en esa pelea, se necesita más que eso. "Por esta causa, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haberlo logrado todo, quedar firmes. Y sobre todo, armaos con el escudo de la fe, y también el casco de la salvación" (Efesios 6:13-17).


¿Tienes puesto el escudo de la fe y el casco de la salvación?

¿En tus luchas espirituales, has usado esta armadura de Dios? Recuerda que aunque hayas tenido muchas peleas, la lucha con la muerte es un combate que nunca has experimentado. Quizás tenga cuarenta o más años, pero este es un enemigo diferente.

Será sabiduría desarrollar una obra constante de mortificación de la carne como preparación de este inevitable combate, y cuando se presente, es nuestro ruego que la misericordia divina esté contigo y capacite tu corazón para hablar así:
"Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Filipenses 1:21).


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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