viernes, 3 de septiembre de 2010

Meditación del 3 de Septiembre

"Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quien buscas? Ella pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, y yo lo llevaré" (Juan 20:15)


Un verdadero creyente puede estar entregado a la búsqueda de Dios, y aun así estar deficiente. Maria amaba con profundo amor al Señor Jesús, pero lo amaba como un maestro de
las Santas Escrituras, como un maestro de Israel, no como en verdad ahora El es, el Cristo resucitado.

Su búsqueda y anhelo era correcto pero insuficiente, porque si bien Cristo era maestro en Israel, en verdad era mucho más que eso.

El amor de Maria era innegable, indiscutible, pero con deficiencia de luz. Incluso para amar a Cristo como debe ser amado necesitamos ayuda. Pero Cristo por su misericordia nos tomará como un carbón del campo y nos pulirá para producir diamante.

En los contactos que el creyente tenga con el Señor Jesús, siempre será instruido.


María había oído la grandeza del Señor, había visto sus portentos y milagros, había escuchado sus celestiales sermones y sobre todo había experimentado en sí misma el perdón de sus pecados. Su alma había sido curada, gozo vino a su corazón, pero con todas esas bendiciones dentro de ella no podía ver las cosas como debían ser vistas.

De cierto que el corazón natural no puede hacer nada para Dios, porque uno pensaría que estaba en condiciones de producir por ella misma buenos frutos para Dios, pero no, sin Cristo nada podemos hacer. No hay luz en el creyente a menos que Dios la ponga. Nadie puede encontrar a Cristo sin la ayuda del Espíritu y la Gracia de Dios. (Juan 6:44).


Cristo demanda saber de Maria cuál es el objeto de su deseo. El sabía muy bien la razón de su tristeza, no obstante le hace la pregunta: "¿Mujer, por qué lloras? ¿A quién buscas?" (v.15).

Ella le llamaba Maestro, El entonces ejerce su oficio instruyéndole.

Pero esto no solo fue con ella, sino también con otros, porque todos los tratos de Cristo para con los suyos están llenos de buen significado y ricas instrucciones.

El ciego de Jericó: "Respondiendo Jesús le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista" (Marcos 10:51).


Cristo favorecerá a los hombres de acuerdo a la fe de ellos. Es la voluntad de Dios que le hagamos conocer nuestro pedido específico, no para informarle, sino para que así califiquemos para la misericordia que necesitamos.

El marinero debe acercar el bote a la costa, nunca pretenderá que la costa se acerque al bote.

Así mismo es con las misericordias de Dios, nosotros nos acercamos a ella, no ella a nosotros.

Los favores de Dios son como montañas que siempre están ahí, y la montaña no se acerca a uno, sino que uno va a la montaña.


Este suceso en la vida de Maria no es tanto, "buscad y hallareis", sino "pedid, y se os dará". Procuremos, pues, que cuando busquemos o pidamos algo de Cristo no haya deficiencia en nuestros deseos, porque a menos que la deficiencia sea cubierta no recibiremos lo que estamos buscando.

Pero es muy consolador saber que nuestras oraciones serán encaminadas y llevadas hasta la perfección por el mismo Cristo, porque El es propicio a nuestras debilidades y se deleita en hacernos el bien.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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