viernes, 24 de septiembre de 2010

Meditación del 24 de Septiembre

“Desde la puerta de los Caballos restauraron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa. Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer, enfrente de su casa; y después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guarda de la puerta oriental” (Nehemías 3:28).


La obra de cada uno fue distinta o separada, sin embargo el interés fue el mismo, servir a Dios. El lugar de trabajo, disperso: "Entonces dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros" (Nehemías 4:19).

Diferentes actividades, pero mismo objetivo para todos y cada uno.

La contribución separada de cada hombre sobre el muro contribuyó a finalizar la totalidad. "La suma de cada una de las partes hace el todo."


Era una ciudad, un muro, un gran objetivo y al final cada quien contribuyó con su propia parte y la obra finalizada. En el servicio a Dios ha de haber unidad de los intereses públicos y privados de todos, porque mientras cada uno cumple lo suyo en su deber particular, todos contribuyen al gran objetivo, la gloria de Dios, y por ende, el bien de la Iglesia de Cristo y el beneficio de la humanidad en general.


El principio del pasaje salta a la vista: guiados por principios divinos, cada quien trabaje en lo suyo o en aquello que Dios le ha dado, contribuirá al objetivo final.
"Después de él restauraron otro tramo Hananías hijo de Selemías y Hanun, el sexto hijo de Salaf. Después de ellos Mesulam hijo de Berequías restauró frente a su almacén" (Nehemías 3:30). El más pequeño de los apartamientos, una habitación o cámara personal, sirvió de estimulo para que alguien contribuyera a la obra en general de reconstruir el muro.


No hay que forzar la interpretación para inferir la importancia de la cooperación o unidad de los intereses personales y públicos en el servicio a Dios.

Las cosas están planeadas por la mente divina de tal modo que la contribución de cada uno contribuye a la obra en general.

Una persona trabajando en lo suyo, a su propia habitación, añade parte y ayuda a que el muro de la ciudad de Dios sea terminado. Cada hermano cooperando en lo suyo refuerza al bien de la Iglesia, la edificación de la sociedad, de la humanidad, y así dar gloria a Dios. Si cada quien barre y limpia la acera de su propia casa, entonces toda la ciudad estará limpia.

Como David: "Que haciendo la voluntad de Dios, sirvió a su propia generación".


Es nuestro más alto honor participar en la construcción de la sociedad y ser de bendición a nuestra generación. Pero se requiere ensanchar el corazón, esforzarse en procurar el bien de nuestro prójimo, cultivar buenos deseos para los demás, hacer buena construcción de sus hechos. No de los que están lejos o de los que viven en Australia, sino de aquellos que de algún modo u otro se encuentran cerca: familiares, vecinos, compañeros de empleo o estudio según el caso, en fin el universo de nuestros conocidos.


Procura ser fiel a Dios en lo tuyo, en tu fidelidad estarás contribuyendo al bien de todos. Porque nuestro Señor se regocija en el buen orden del Universo.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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