lunes, 27 de septiembre de 2010

Meditación del 27 de Septiembre


"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia" (Génesis 3:15)

Este verso nos dice dónde se originó el aborrecimiento del mundo contra el verdadero cristiano. Hay hostilidad natural entre dos simientes, como entre lobo y oveja, perro y gato. Hay aversión entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente; entre el mundo y sus seguidores contra los seguidores de Cristo.

"Abominación es a los justos el hombre inicuo, y el de caminos rectos es abominación al impío" (Proverbios 29:27). Hay mutua rivalidad entre el bueno y el malo, de tal modo que nunca podrán hacer amistad firme. 
El bueno no aborrece al malo, porque no odia la persona sino el pecado. 
Un buen hombre siente aversión hacia el mal dondequiera que el pecado se encuentre, pero principalmente en sí mismo. El justo se siente ofendido con las malas obras de los impíos, sin embargo no odia tales personas.

"Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por eso el mundo os aborrece" (Juan 15:19). 
Los hombres se clasifican en dos grandes grupos, unos son del mundo y otros no lo son. Algunos tienen toda su esperanza, corazón y conducta en las cosas de esta tierra, son de aquí; sus maneras, el temperamento de su espíritu y el curso de su adoración son dirigidos hacia las cosas de este mundo. 
En cambio otros tienen sus juicios, sabor y afectos, y se dirigen a una vida que es después de ésta, escogidos de entre los hombres para persecución y disfrute de mejores cosas. Las Escrituras enseñan claramente esta clasificación de los hombres.
El ejemplo clásico lo constituye Caín y Abel. 
Caín es el patriarca de los incrédulos, el Espíritu Santo nos da un comentario de sus acciones: "No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas" (1Juan 3:12)

Uno fue de la simiente de la mujer, el otro de la serpiente. Uno adoró de manera correcta, llevó a Dios primicia, grosura y diezmos al Señor. El otro fue ligero y descuidado en su adoración. 
Y así es posible enumerar otros casos: Ismael e Isaac, Esaú y Jacob. Los unos aborrecían a los otros porque esos otros eran santos.

Al escoger una senda de conducta, no juzgues según el odio o el aplauso del mundo, sino por la verdad de Dios. Asegúrate que la verdad esté de tu parte y que venga lo que venga te mantendrás firme. No te amarres a tu propia opinión ni sea tu guía el método carnal, ni el miedo a los hombres. Que tu guía sea el temor a Dios. 
Cuando un hombre presupuesta para construir, gasta libremente y de acuerdo a lo asignado a cada partida porque lo hace conforme a lo presupuestado. Sabe que tiene lo suficiente para responder a las necesidades que se presentan. 
Así será con todos los que andan conforme a las reglas de la piedad y no son guiados por el odio o aplauso del mundo.
"Cuando los caminos del hombre le agradan a Jehová, aún a sus enemigos reconciliará con él" (Proverbios 16:7). 
  
Nunca pretendas abrir puertas de misericordia con métodos carnales.
Haz la voluntad de Dios, y El te guardará.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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