jueves, 2 de septiembre de 2010

Meditación del 2 de Septiembre

"Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (Génesis 48:11).


Jacob ahora está ciego, no puede ver ni siquiera sus propios hijos, aun así su corazón está lleno de gozo y su boca llena de alabanzas para con Dios.

Saboreó la ternura del Señor en el abrazo que dio a sus dos nietos. Atribuye toda su felicidad al favor divino. Un abuelo cualquiera puede gozarse con sus nietos, pero los gozos de esta escena están santificados, son mucho más dulces, pues no solo ve sus hijos, sino también el favor de Dios en ellos. Sus sentidos y conciencia hicieron fiesta y alegraron el corazón de este buen hombre.


A veces vemos incrédulos ricos alegrarse con la abundancia de sus bienes y agregan esta vana expresión a su alegría: "tengo estos bienes gracias a Dios", quisieran que el Creador celebre con ellos sus riquezas injustas, cuando en verdad nunca han servido a Dios sino a las riquezas. Tienen el gozo de sus posesiones, pero no el de sus conciencias, no es gozo santo sino carnal.
Están seguros que tales bienes injustos no provienen de la bendición del Creador, sus propios corazones les dicen que han vivido de espaldas a Su Palabra.

El gozo santo es fruto de obediencia por fe, pues mientras Esaú se divertía con mujeres impías, Jacob en cambio esperaba en Dios aguardando la promesa de herencia eterna, y ahora Dios le visita con su bendición. ¡Cuán feliz es la muerte de los santos!


Es probable que para esta fecha el patriarca ignorase de cual de sus hijos habría de venir el Mesías, y al ver este cuadro de amor del abuelo hacia sus nietos, uno se pregunta: ¿Por qué Jacob amaba tanto a José?

Por varias razones, pero en sentido general es posible que haya sido una razón de fe.

La esposa de su corazón fue Raquel, y el mayor de Raquel fue José, podemos suponer con buenas razones que Jacob llegase a pensar que de José vendría el Mesías, y tal pensamiento puede acentuarse ahora con todo lo que ha ocurrido y cómo José ha venido a ser como un salvador. De ser así, su inclinación por José no fue simple capricho, sino causado por fe en la promesa de Dios de enviar un Redentor a la casa de Israel.


La alegría por causa de la fe del patriarca debe haber sido de inefable gozo: "Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v11).

Este sentido cobra mas notoriedad si tenemos en cuenta que el apóstol, cuando se refiere a los héroes de la fe y su vida ejemplar, no menciona la bendición de los otros hijos, sino solo esta: "Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado en el extremo de su bordón" (Hebreos 11:21).


No resulta difícil imaginar el gozo de la fe de este buen hombre a la hora de la muerte. Tanto fue su deleite que olvidó por completo su ceguera: "Dios me ha hecho ver también tu descendencia" (v11). El gozo de la fe nos hace olvidar debilidades, y actuamos como si los impedimentos fuesen eliminados. Ciertamente que la fe en Cristo no conoce de barreras insalvables.

Lo mismo sucedió con Rode cuando Pedro fue liberado de la cárcel milagrosamente: "Y ella de gozo no abrió la puerta" (Hechos 12:13-14).

Doblemos nuestras rodillas en oración y roguemos así: “Señor, auméntanos la fe.”


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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