sábado, 18 de septiembre de 2010

Meditación del 18 de Septiembre

"Y Jacob pasó delante de ellos y se inclinó a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron" (Génesis 33:3-4).


Esaú se acercó a su hermano con amor, no con enojo. Algunos piensan que Esaú no había venido con malas intenciones y que los cuatrocientos hombres
eran para decirle a su hermano cuánto había progresado materialmente.


Pero tal interpretación no se apoya racionalmente en el pasaje, ya que Jacob era hombre prudente como para mal interpretar el reporte de sus criados (
Génesis 32:5-6). Es difícil admitir que su miedo fue infundado, pues si hubiese sido temor sin base, el Espíritu de Dios no le habría levantado para orar como lo hizo, ni para cambiar su nombre de Jacob por Israel, ni para decirle que había prevalecido con Dios y con los hombres en clara alusión a Esaú.

Nos inclinamos a pensar que Dios obró milagrosamente sobre el corazón de Esaú y lo mudó de furia a ternura.


En cuanto a Jacob es tan dulce mirar aquí que los hombres de buen corazón le es de mucho gozo restaurar las amistades. Fue de gran alegría para Jacob volver a reverdecer su amor y amistad hacia su hermano Esaú con quien había tenido serias diferencias.

Los hombres pacíficos y afectuosos tienen en mucho valor a sus amigos, dan importancia a estas relaciones y ponen empeño en cultivarlas. En cambio las personas centradas en sí mismas son indiferentes al valor de la buena amistad, no resulta extraño que a individuos de corazón duro les duren tan poco tiempo las amistades.


¿Qué hacer para preservar los amigos?

* Procura no imponer tu criterio sobre tu amigo, ni atarlo a tu manera de ver las cosas, ni mucho menos a tus gustos. Esaú ofreció a Jacob ir juntos, pero el patriarca amablemente rehusó, no obstante el respeto entre ellos se mantuvo y cada uno siguió por su camino sin ofensas del uno para el otro.


* No olvides que consejos y reproches son parte infaltable en una verdadera amistad. Si no estás dispuesto a reprender o aconsejar a tu amigo, ni recibirlos bien cuando vengan de él para ti, ni pienses en cultivar su amistad.

"El ungüento y el perfume alegran el corazón, y el cordial consejo al hombre" (Proverbios 27:9). El olor del buen perfume levanta el ánimo, y la buena guía del amigo estimula nuestra voluntad hacia el camino al cielo.

El reproche es también un regalo amistoso: "Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece" (Proverbios 27:6).

Las heridas de un fiel amigo son mayor testimonio de sinceridad que las adulaciones de un enemigo. La verdadera amistad demanda perdonar las ofensas del otro y que también nos perdonen las nuestras.


Ciertamente que la obra de Dios siempre es perfecta. El hizo no solo que Esaú dejara de ser enemigo para Jacob, sino también que fuese amigo. El hueso que había sido roto vino a ser más fuerte que antes de romperse.


Incluye en tus oraciones el fortalecimiento y duración de tus amistades. Dios se agrada en
bendecir y restaurar las buenas relaciones entre los hombres. Esfuérzate en ser amigo de todos y de escoger con pinzas tus íntimos.


También debes saber que es un deber piadoso restaurar prontamente cualquier desavenencia con tu prójimo, y que tan pronto como sea restaurado cuidar y ser diligente en cultivar la amistad, aunque no andes tras ellos en sus asuntos del diario vivir. Jacob la restauró, pero rehusó seguir el mismo camino de Esaú.


Amén.

P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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