"Así que nadie se gloríe en los hombres; pues todo es vuestro, sea Pablo, sea Apolos, sea Pedro, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (1 Corintios 3:21-23).
Pablo cita a la muerte, reina del miedo y angustias, como uno de los bienes que Cristo compró en Su sacrificio, lo compró para usted y se lo dejó a usted. Si la muerte es suya, todas las aflicciones -hijas de ella- también son suyas, y uno se pregunta: ¿Quien tendrá miedo de lo que es de su propiedad?
Se nos dice que son parte de los dones de Dios: "Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa" (Fil.1:29). Cristo no da males a los suyos, de ninguna manera, aunque estas aflicciones parecen ser un mal en realidad son un bien.
Lo que nunca Cristo dará son tu desespero e impaciencia, eso no viene de Dios sino de tu propia incredulidad y mal corazón. Pero es bueno decirte que es inevitable, en muchos casos, que los sufrimientos traigan tristeza debajo del brazo: "Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados" (Hebreos 12:11).
Esas verdades generales pueden ser individualizadas en la vida de un hombre en Cristo: "Como no conocidos, pero bien conocidos; como muriendo, pero he aquí vivimos; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo" (2Corintios 6:9-10).
Nótese el "como" empleado por el apóstol: habla de las aflicciones como si no fueran sufrimientos. Como un hombre que se ha enfermado de gripe para curarlo de tuberculosis. Esto es, que habla de sus aflicciones llamando medicina a la enfermedad. Un mal menor salva de un mal mayor, y en este caso podría ser la muerte.
Las aflicciones del creyentes son medicina-enfermedad. La angustia no es un bien en sí, sino un mal necesario en muchos casos dado por la mano del Padre. Los cosecheros de arroz dan de golpes con un palo a la mata del grano, con el palo separan el grano útil de la paja inútil, usan lo malo para sacar limpio lo bueno.
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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