Jesús nos saca de balance. Creemos saber que perfección es una bola rápida de justicia, y entonces nos tira una pelota curva de gracia. Cuando leo Mateo 5:48 fuera de contexto, suelo pensar en términos de justicia:
“Sed pues perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Perfecto, ok, seguro que eso se refiere principalmente a ser justo. Pero en el contexto Jesús le imprime un giro a la pelota. Muy a pesar de lo que yo diría al extrapolar del verso 48, con mi innata definición de perfección, Mateo 5:38-47 se mueve por completo más allá de mera justicia hacia gracia a la imagen de Dios. “Perfección” en Dios no es tan sólo “ojo por ojo y diente por diente” (v.38), sino exponer la otra mejilla, dar más de lo que nos piden, caminar la milla extra (v. 39-42).
Lo justo por hacer sería amar a quienes nos aman y odiar a quienes nos odian (v.43), pero Jesús desconcierta con su extraña concepción de perfección: “ ama a tus enemigos y ora por aquellos que te persiguen” (v.44).
Vaya, ¿quién es este personaje? -y ¿qué clase de re-pensamiento serio (llamado “nuevo nacimiento”) necesitamos para alinearnos con su Padre en los cielos?
Pienso que “perfección” significa dar a injustos lo que merecen: no luz del sol, no lluvia. Pero Jesús dice de su Padre que “levanta al sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos” (v.45). La clase de perfección que Jesús dice proviene de su Padre -y la clase de perfección que enseña a sus discípulos a buscar- no encuentra sentido de plenitud al descargar retribución por lo mal hecho.
Más bien, perfección es la de un corazón que encuentra plenitud y satisfacción en la gracia de Dios y que es capaz de extender gracia a quienes no la merecen.
David Mathis http://www.desiringgod.org/Blog/2204_rethinking_perfection/
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