El siguiente escrito de Albert Mohler pone en perspectiva la naturaleza de la catástrofe en Haití. Aunque un poco largo, vale mucho la pena.
Las imágenes de Haití recuerdan escenas del Infierno de Dante. La escala de la calamidad es sin precedentes. Haití ha casi desaparecido como país. El terremoto provino de movimientos en placas subterráneas localizadas a 6 millas de profundidad, siguiendo una línea previamente detectada desde hace muchos años. Pero nadie pudo prevenir una catástrofe de esta magnitud. El terremoto de 7.0 llegó como pesadilla, colapsó la ciudad de Puerto Príncipe, colapsó villas enteras aledañas, multitud de cuerpos despedidos por el aire o atrapados bajo montañas de escombros.
Orfanatorios, iglesias, mercados, casas, edificios de gobierno, todo colapsó. No hay funciones civiles. Sin electricidad, se han cortado comunicaciones y los esfuerzos de ayuda son muy limitados. Los cuerpos se acumulan, la esperanza perece, y la ayuda, aunque en camino, no llegará a tiempo para muchas víctimas.
La nación más empobrecida del Hemisferio Occidental ha sufrido una catástrofe a todas luces apocalíptica. Y en verdad, es difícil no comenzar a describir el terremoto como un desastre de proporciones bíblicas. Pareciera como si la ira de Dios cayera sobre la nación caribeña. Agreguemos al coctel el hecho de Haití ser conocido por su historia de sincretismo religioso -mezclando elementos de diversas fes, incluso de prácticas ocultas. El país se conoce como vudú, brujería y una tradición católica grandemente influenciada por lo oculto.
La historia de Haití es un catálogo de desastres políticos, uno después de otro. Algunos invocan tradiciones de pactos con el Diablo en sus guerras de independencia para explicar todo lo que ha marcado la tragedia de la historia haitiana -incluso ahora, el terremoto de enero 12, 2010.
¿Es que Dios aborrece a Haití? Esta ha sido la conclusión de muchos, quienes apuntan al terremoto como evidencia directa del juicio de Dios.
Dios juzga a las naciones -todas y cada una- y Dios juzgará las naciones. Su juicio es perfecto y Su justicia es segura. El gobierna sobre todas las naciones y Su soberana voluntad se muestra en el ascenso y caída de naciones e imperios y pueblos. Cada molécula de materia obedece Su mandato, y los terremotos revelan Su reino- igual que las mareas de ayuda y asistencia que fluyen hacia Haití ahora mismo.
Un cristiano fiel no puede aceptar que Dios es un simple espectador de eventos mundiales. La Biblia enseña con claridad el gobierno soberano de Dios sobre toda Su creación, todo el tiempo. No tenemos derecho a decir que Dios se sorprendió por el terremoto en Haití, o creer que Dios no habría podido impedir que sucediera. El gobierno divino sobre la creación se ejecuta en hechos directos e indirectos, pero su norma es constante. El universo, aún después de las consecuencias de la Caída, todavía demuestra el carácter de Dios en todas sus dimensiones, objetos, recurrencias. Y, con todo, no tenemos derecho a decir que sabemos el por qué una catástrofe como el terremoto de Haití sucedió en ese lugar y en ese momento.
La arrogancia de la presunción humana es un peligro real continuo. Podemos señalar la causa del accidente automovilístico debido a la embriaguez del conductor, pero no podemos señalar o investigar los efectos del vudú sobre un terremoto -al menos no tan directamente. ¿Juzgará Dios a Haití por su oscuridad espiritual? Por supuesto. ¿Es el juicio divino comprensible a nuestro sentido -al presente? No. No se nos ha otorgado tal conocimiento. Jesús mismo advirtió a sus discípulos contra esta clase de presunción.
¿Por qué no hubo un terremoto que sacudiera la Alemania nazi? ¿Por qué no un tsunami que devorara los campos de muerte en Cambodia? ¿Por qué Katrina, el huracán, destruyó más iglesias evangélicas que casinos? ¿Por qué tantos dictadores asesinos viven hasta la ancianidad mientras que tantos misioneros mueren jóvenes?
¿Odia Dios a Haití? Dios odia el pecado, y castigará tanto pecadores individuales como naciones. Pero lo que esto significa es que cada individuo y cada nación será hallada culpable cuando sea medida por el estándar de la perfecta justicia de Dios. Dios aborrece al pecado, pero si Dios simplemente odiara Haití, no habrían allí misioneros; no habría ayuda proveniente de otras naciones; no habrían esfuerzos de rescate -no habría esperanza alguna.
El terremoto, como cualquier otro desastre, nos recuerda que la Creación gime bajo el peso del pecado y de los juicios de Dios. Esto es verdad para cada célula de nuestro cuerpo, tanto como para cada partícula de la corteza terrestre en cualquier punto del globo. El cosmos entero espera la revelación de la gloria de la Venida de nuestro Señor. La Creación gime a una por la esperanza de la Nueva Creación.
En otras palabras, el desastre nos recuerda que el Evangelio de Jesucristo es el único y real mensaje de esperanza. La cruz de Cristo declara que Jesús ama Haití -y que el pueblo haitiano es objeto de Su amor. Cristo nos hace mostrar Su amor hacia los haitianos, y compartir Su evangelio. En medio de tragedia tan inmensa, Cristo nos mueve a correr en ayuda del sufriente pueblo haitiano, y de correr y contarles sobre Su amor, Su cruz, y salvación sólo en Su Nombre. Todo en la tragedia en Haití enfoca nuestra necesidad de redención. La tragedia pudiera abrir nuevas puertas al evangelio entre el pueblo haitiano. Esto sería para la gloria de Dios. Mientras tanto, el pueblo de Cristo debe hacer todo lo posible que podamos hacer para aliviar el sufrimiento, curar al herido, consolar al dolido. ¿Y si el pueblo de Dios es llamado a esto, cómo podemos decir que Dios aborrece Haití?
Si tienes dudas sobre esto, abre tu Biblia en Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su único Hijo, para que todo aquel que crea en él no se pierda, sino tenga vida eterna. Este es el mensaje de Dios para Haití.
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